El economista Jorge Paz, reconocido investigador de la pobreza en Salta, pero también en el país y en América Latina, consideró prematuro adelantar cifras sobre el aumento de la pobreza a partir de la cuarentena. “Es previsible que aumente la pobreza, pero sin datos no es prudente hablar de catástrofes”. En base a las proyecciones del FMI, estima que esta es una de las siete crisis de los últimos cuarenta años. “Por ahora, las consecuencias se proyectan con menos gravedad que las de 1989 y de 2001”. Lo atribuye a que, en su opinión, el sistema de seguridad social es más fuerte que entonces y porque la caída del PBI será menor que la de 2001. En su cálculo de máxima, y si las proyecciones del FMI fallaran, la pobreza llegaría a un 44% a lo largo de este año. “Siempre pudimos salir”, sostuvo, aunque reconoció que “todo depende de cuánto tiempo esta situación se prolongue”.
Jorge Paz es director del respetado Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (Ielde), creado en 2008 por la Universidad Nacional de Salta y que funciona en la Facultad de Ciencias Económicas, Jurídicas y Sociales.
El Observatorio de la Deuda Social dijo que con la cuarentena la pobreza trepó al 45%, estimación que coincide con la especulación del Gobierno. ¿Cuáles son los efectos de la cuarentena en nuestra sociedad?
Partimos de un nivel del 35/36% de pobreza, que es el último informe oficial y el que correspondería al primer semestre de 2019. A partir de ahí, todas son especulaciones porque datos fiables no vamos a tener, debido a que el relevamiento se debe hacer en casas de familia y ese procedimiento, ese trabajo de campo, fue suspendido por el aislamiento obligatorio. No tenemos entonces información actualizada. Y vamos a tener un hueco estadístico importante. Hasta que no se restablezca plenamente el sistema de relevamientos, solo podemos especular.
Pero hay, incluso en el relevamiento de la pobreza, diversos métodos.
Sí, pero todos deben partir del “momento cero”. Desde ese valor inicial, se pueden inferir las posibilidades que vayan a generarse a partir del aislamiento obligatorio. Y quiero aclarar que lo considero indispensable, que es la medida que debió tomar el Gobierno para asegurar la eficacia de esta fase de contención de la pandemia. Estoy de acuerdo con la decisión.
Pero al detenerse la actividad económica, se genera recesión y eso tendrá efectos diversos, entre quienes sigan percibiendo sus ingresos (al menos por un tiempo, porque nadie puede estar seguro en esta situación) y los que tienen ingresos inestables, changas, que son característicos de los sectores de menores ingresos. Y ahí puede calcularse que el aumento de la pobreza es casi un hecho. Pero hay otro problema por el que puede producirse ese crecimiento y es el tema de la salud. Son muchos los hogares numerosos, cuyo jefe es un hombre o una mujer de más de cuarenta años, y se trata de personas vulnerables.
Hoy se suele hablar de la pobreza sin tomar en cuenta de que no es un término unívoco. Por ejemplo, no se considera que la Encuesta de Hogares excluye al 30% de la población...
Toda información empírica es imperfecta. Esa fuente se limita a las treinta ciudades más pobladas del país y deja afuera a una parte importante de la población. Por caso, en nuestra provincia se releva a la ciudad capital y al Gran Salta y quedan afuera los pobladores de Orán, Tartagal, decenas de ciudades, y a quienes viven en las áreas rurales de nuestro territorio.
Esas zonas solo aparecen en el censo, cada diez años.
Por eso nosotros señalamos que las estimaciones, incluso las nuestras, pueden carecer de datos sobre núcleos muy graves de pobreza. Este impacto de la cuarentena y la pandemia, es decir, el previsible aumento de la pobreza, en principio, es de coyuntura y aún no tenemos razones para creer que vaya a tener consecuencias significativas sobre la pobreza que no es monetaria, sino multidimensional.
El desnivel entre los niños con acceso a las aulas virtuales y los otros chicos va a genera una fractura.
Es un tema típico de la multidimensión de la pobreza. Esta recesión, probablemente, tenga fuerte impacto en la pobreza monetaria. La actual recesión se asemeja más a las crisis tradicionales. Y en cuarenta años hemos tenido siete experiencias parecidas: la crisis de la deuda a principios de los años 80; la inflación a mediados de esa década y la hiperinflación (entre 1989 y 1991); el desempleo, a mediados de los 90; la salida de la convertibilidad; la crisis inmobiliaria de 2009 y la actual, del COVID-19. Si comparamos todos estos episodios. El FMI estima una caída del 5,7%, con lo que esta crisis sería comparable en cuanto a su impacto a las de 2009 y a la de la deuda en los 80.
Pero muy por debajo de la hiperinflación de 1989, cuando el producto cayó un 7%, y más lejos aún del 11% del 2001. No parece ser esta crisis que se avecina la peor de todas.
¿Sería un dato optimista?
Son proyecciones, del FMI, que suele ser pesimista cuando habla de nosotros. Pero si nos ubicamos en ese 5,7% la pobreza general llegaría al 40% hacia fines de 2020. Las crisis nos permiten traspolar y esperar un 5% más de pobreza. Y si el FMI se equivocara, y la recesión fuera mayor, suponiendo que se equiparara a 2011, en el peor de nuestros cálculos la pobreza llegaría al 44%.
Fernández dice que no teme a la crisis económica, porque en 2003 participó de la gestión que remontó la salida de la convertibilidad. Pero ahora no hay soja y se espera una depresión mundial de la economía, China puede dejar de ser el gran cliente de entonces (casi el garante) y el precio de las commodities está por el suelo. El Presidente puede hablar como político, para evitar el pánico, pero ¿es sostenible técnicamente?
Sí es sostenible. El superciclo de las commodities empieza en 2002, con los precios tan favorables de la soja. Fue un momento de prosperidad momentánea. Pero además en ese momento no había ningún sistema de contención social. Hoy hay uno muy fuerte. La Asignación Universal por Hijo es un amortiguador tremendamente firme y que ha demostrado su eficacia. De 2001 hasta la fecha hemos aprendido mucho en materia de protección social. Volvamos a comparar: La caída fue muy superior a la que se proyecta ahora, pero el FMI estima una recuperación de 4,9% para 2021 en el país. Es decir, que estamos entre las economías que van a caer más, incluso, que la media de América Latina, pero más preparados que entonces.
En recesión y sin recaudación, ¿tiene recursos el Gobierno para sostener la seguridad social?
No sé si los tiene, pero se trata de una decisión política. En los 90 había recursos, pero se asignaron a otra cosa. Esto es más decisivo que la escasez o la abundancia relativas. La ayuda social viene creciendo. La pagaremos todos, de alguna manera...
La emisión de 300.000 millones de pesos en pocas semanas puede traer malos augurios.
Claramente, puede ser muy fuerte su impacto en la inflación. Nadie esta seguro, porque si esto se prolonga en el tiempo, puede ser catastrófico. Pero no me gusta pensar en términos apocalípticos. Hemos tenido situaciones muchos peores que la actual.
Un documento del Banco Mundial analiza 70 años de economía argentina y hemos tenido muchas crisis. Las peores, de los 80 para acá y de esas siete crisis, esta se ubica en un nivel intermedio. Es un despropósito plantear hoy un escenario de catástrofes. Ahora privilegiemos la protección de la salud y sepamos que estas crisis siempre tienen un efecto rebote.
En el Gobierno existe el temor a eventuales turbulencias en el Conurbano.
Yo creo que no estamos en una situación caótica como la de 2001 o 2002. Va haber recesión profunda, va a haber gente que pierda el empleo y va a haber gente que caiga en la pobreza.
Pero esperemos un poco para hacer evaluaciones. Estamos en un momento difícil, con una economía que estaba con crecimiento cero y espera una caída muy fuerte.
Pero, ¿cómo se puede ser optimista?
Estamos en una encrucijada, pero hasta ahora no parece algo que nunca hayamos pasado. Lo pasamos, y salimos. No soy optimista, pero me resisto a ser apocalíptico ni catastrofista.