Primero fue el rendimiento, luego los resultados. Y en el medio estuvo (está) el carácter, lo que estos jugadores generaron como grupo. Ninguna cosa, por separado, habría alcanzado para lograr esto. ¿Qué es? Idilio, identificación, sentido de pertenencia. Esta selección goleó a Croacia y llegó a la final del Mundial mostrando un efecto contagio en los hinchas, en la gente. Entonces, seguramente ahora, la mayoría confiaría en que los dirigidos por Lionel Scaloni estarán a la altura del último encuentro. Podrán ganar o perder ante Francia o Marruecos, pero la confianza indica que el equipo argentino va a “competir”, va a dejar el alma y a poner el corazón para (primero) intentar jugar bien y luego ganar.
Jugar bien. ¿Qué llamó la atención de la goleada a Croacia? Varias cosas, aunque se pueden elegir, en principio, dos: el partido 10 puntos que jugó Nicolás Tagliafico y lo mismo para Julián Álvarez, el chico que no sabía si iba a estar en la lista de 26 para viajar a Qatar y termina siendo titular y haciendo goles claves. Sin embargo, a partir de ellos se puede empezar a explicar el “fútbol total” que desplegó la selección en la semifinal. En el caso del primero, hizo el partido perfecto como lateral izquierdo en línea de 4 y luego como carrilero cuando ingresó Lisandro Martínez y Scaloni planteó la línea de 3 con el exBanfield y Molina como carrileros. En Tagliafico está representado el corazón de todos, cómo corrió, cómo atacó, cómo defendió de manera inteligente y con anticipos ofensivos para respaldarse entre todos los futbolistas, de Dibu Martínez a Messi incluidos.
Julián Álvarez encaja en otro envase. Porque hizo dos goles y le cometieron el penal que anotó Messi ante Croacia, pero lo primero que valoró Scaloni fue la colaboración defensiva para controlar a los tres mediocampistas: Modric, Brozovic y Kovacic. Eso también emociona a los entrenadores. Los goles, los penales y ese sacrificio defensivo que transforma a un conjunto una roca impenetrable, una jaula que erosiona hasta al adversario más optimista.
“El mérito es saber jugar el partido que toca en cada momento”, dijo Scaloni de la selección luego del partido y cuando le preguntaron más tarde –en la misma conferencia de prensa- si este equipo tenía más juego que corazón (o viceversa), el DT respondió: “El fútbol es uno solo, el fútbol es esto: cuando hay que poner, se pone; cuando hay que jugar lindo, se juega lindo; y cuando hay que defender, se defiende. No hay un solo fútbol, es todo: saber defender, saber atacar, saber afrontar lo que te pide cada partido, incluso con jugadores de buen pie que -si se tienen que poner el overol- se lo ponen”. Eso es Argentina, así ganó una Copa América, así estuvo 36 partidos sin perder, así le ganó la Finalíssima a Italia, así llegó a la final de un Mundial.
El rendimiento colectivo va en alza. Por momentos le puede faltar velocidad, es cierto. Tanto buen pie reunido con De Paul, Enzo Fernández, Paredes, Mac Allister y Messi necesitaría de más compinches para explotar en velocidad además de los laterales/carrileros Molina o Acuña/Tagliafico. Y por eso en el primer tiempo sintió esa ausencia de rapidez y precisión en campo rival. Pero una sola jugada puede desatar todo, como la asistencia de Enzo Fernández para Alvarez en el penal.
Scaloni tiene un enorme mérito en la gestación de este equipo. Porque luego del traspié inesperado ante Arabia Saudita, reinventó a los titulares. Le dolió dejar afuera a Cuti Romero y Paredes, ya había perdido a Lo Celso (y Nico González y Joaquín Correa) por lesiones; Di María no estaba en plenitud y Lautaro Martínez estaba peleado con el arco. Y ahí aparecieron los Enzo Fernández, los Mac Allister, los Lisandro Martínez, los Julián Álvarez…
A diez días antes de arrancar el Mundial, el equipo de Scaloni salía de memoria. Pero hubo cambios. Y de aquel que dio la vuelta olímpica en el Maracaná ante Brasil al de ayer, se repitieron seis nombres: Dibu Martínez, Cuti Romero, Otamendi, De Paul, Paredes y Messi. Sin embargo, la identidad, el estilo, fue el mismo frente a Croacia. Los respaldos defensivos, las simetrías para la cobertura de los espacios, el oficio para saber defender en bloque, las combinaciones ofensivas para saber cómo y por dónde atacar. Lo que se vio ayer fue la demostración que el equipo está por encima de todos.
Si se armara un podio de los más destacados en la ruta a la final habría que poner a cuatro: Messi (en su mejor Mundial), Otamendi, Julián Álvarez y Scaloni. Pero ninguno de ellos, por sí solos, lo habrían logrado. La pelota forma parte de un deporte colectivo en el cual todo se hace más sencillo cuando cada jugador cumple roles sin superponerse. Y, si encima juegan con el corazón, el fútbol es total.