En el año 2010, la selección masculina de fútbol alcanzaba la final de un Mundial por primera vez. La Roja había necesitado 13 participaciones y 80 años para llegar a pelear por la Copa del Mundo hasta el último día. Antes de aquel torneo, que ya forma parte de la historia del país, ni siquiera se habían alcanzado las semifinales. Este martes, 15 de agosto de 2023, quedará también grabado: la selección femenina jugará la final del Mundial tras derrotar a Suecia (2-1) en una semifinal igualada que dominó España y que enloqueció justo al final, con tres goles en apenas ocho minutos. El último, de Olga Carmona, desató la locura y certificó una gesta histórica, sin precedentes y cuya repercusión traspasará los límites del torneo y del deporte en sí mismo para impactar de lleno en la sociedad y cambiar para siempre la dimensión del fútbol femenino en nuestro país. El domingo, dicho por Vilda, este grupo que rompe barreras quiere sacar a la gente a la calle con la primera estrella de la misma manera que lo consiguieron Iniesta y compañía. Allí, en la final, ya espera a la anfitriona Australia o a la Inglaterra campeona de Europa.
Romper un registro tras otro es lo que lleva haciendo España desde que puso un pie en Nueva Zelanda. Hasta la fecha, la selección era casi una novata en este tipo de escenarios. Solo había participado en tres Mundiales y nunca, en ningún torneo internacional, había conseguido superar un cruce eliminatorio. Lo logró ante Suiza, luego doblegó a Países Bajos, subcampeona hace cuatro años, y en semifinales le esperaba Suecia, una histórica y tercera en el ranking FIFA. Y otro reto, más allá del que supone plantarse en una final de la Copa del Mundo tras años de travesía por el desierto: derrotar a una selección a la que no había conseguido ganar en los once enfrentamientos previos. Logro desbloqueado.
Vilda alistó para la cita a Alexia Putellas, referente de esta selección, pero lastrada en el torneo por la lesión de rodilla que la ha tenido 10 meses fuera, y recuperó a Olga Carmona para suplir la baja de Ohiane. Solo eso tocó un técnico que parece bendecido en tierras oceánicas. Todo le sale y en todo acierta un Vilda que llegaba cuestionado hasta el extremo y que, pase lo que pase, saldrá tremendamente reforzado. Al final esta selección lleva su sello, su estilo, basado en el juego de posición y al que no ha renunciado ni un solo día en el Mundial. No se negocia, está quien esté enfrente, esta vez un rival rocoso, muy superior físicamente, peligrosísimo en el juego aéreo y las segundas jugadas y no exento de talento, que lo pone especialmente la barcelonista Rolfo.
Todo eso lo conocía sobradamente una España empezó sin complejos, dominando el juego, moviendo el balón de un lado a otro, con Tere, Aitana, Mariona y Jenni Hermoso, una nueve con alma de diez, asociándose permanentemente. Enfrente, Suecia se limitaba a hacer lo que le había funcionado, defender y esperar. Ya habría tiempo para cazar en algún córner, una falta lateral o algún rechace. El plan le funcionaba a las nórdicas, porque España dominaba pero apenas inquietaba. Solo Olga, que rozó el gol con un disparo lejano, percutía de vez en cuando por el carril izquierdo. Faltaba profundidad y velocidad, mordiente por las bandas.
Faltaba, por tanto, Salma Paralluelo. Vilda vio el movimiento y dio entrada a la protagonista de los cuartos de final a los diez minutos de la segunda parte. Para entonces, Suecia había decidido elevar un poco más apuesta, apretando algo más arriba aunque sin inquietar a Cata Coll. España se activó con Salma, a la que el seleccionador colocó de nueve, retrasando a Jenni a la zona de creación. Otro acierto porque a partir de ahí la selección empezó a inquietar e incomodar a las nórdicas como nunca antes.
Rozó el gol Alba Redondo desde el suelo, a la remanguillé, pero la gloria estaba reservada de nuevo para Salma. La jugada la fabricó Jenni. Control de espuela y centro al corazón del área que repelió la zaga sueca. Y ahí, en esas segundas jugadas a las que tanto partido les sacan ellas, apareció Salma para cazar la pelota y mandarla a guardar con un gran disparo.