“Empecé a esquiar antes de caminar. Era un corchito que no le tenía miedo a nada”. La frase que deslizó entre risas Eugenia de Armas en diálogo con Infobae refleja la pasión que siente por la disciplina que ama. Ella es un caso atípico del deporte nacional. Aprendió a deslizarse por la nieve casi al mismo tiempo en el que daba sus primeros pasos. Y desde pequeña comenzó a demostrar un talento innato que la llevó a ganar innumerables medallas y premios en sus participaciones internacionales. “Se dio de casualidad, porque mi viejo era fanático del automovilismo y siempre me motivaba para que me subiera al karting. No tenía nada que ver con el wakeboard, pero como teníamos una lancha, íbamos con mi hermana los fines de semana a divertirnos”, deslizó junto a una sonrisa permanente que reflejó orgullo y nostalgia. “Como ella le tenía miedo al agua, mis viejos buscaron la manera de que nos divirtiéramos sin ningún temor y así apareció el wakeboard. A la semana de haber practicado por primera vez nos invitaron a unos Juegos Nacionales y así fue como empezó toda esta aventura”, agregó.
Las imágenes de la pequeña pulguita de 5 años en la regata que realizó en línea recta todavía están guardadas en una vieja grabadora que pertenece al baúl de los recuerdos de su familia. Casi sin darse cuenta, recibiendo invitaciones para los Torneos Nacionales, un día tuvo una propuesta para ir a un Mundial y la joven bonaerense del partido de Escobar debió tomar una decisión clave para su vida. “Antes de hacer wakeboard esquiaba desde que tenía 2 años. Mis viejos siempre nos apoyaron en todo lo que quisiéramos hacer, pero cuando ya era más grande me hicieron decidir entre la nieve o el agua… Y preferí el calor por sobre el frío”.
Dentro de su notable palmarés (recientemente cosechó la primera medalla de oro para la delegación argentina en los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile), Euge reconoció que hay algunos logros que tienen un significado especial por el sacrificio que tuvo que hacer para conseguirlos. “Cuando gané la medalla de bronce en el Mundial de Abu Dhabi me abrió la cabeza. Si bien ya tenía varias competencias encima, me pareció una locura. Mi sueño es ser campeona del mundo y llegar al podio me hizo un click, porque sentí que dejó de ser una utopía para convertirse en realidad”, confesó sin ocultar su anhelo por conquistar el planeta: “Todos los días me dedico al 100% para lograr ese objetivo. Siento una presión en mi cabeza que me sirve como motivación para estar a la altura de las mejores competidoras del circuito. Pienso en eso todos los días, porque soy muy competitiva y siempre trato de seguir aprendiendo”.
En 2017 tuvo su primer Panamericano en Bogotá, Colombia, que terminó con presea dorada. Sin dudas, también tuvo un sabor especial. “Cuando quedé primera en el Open no lo podía creer. Esa vez también se organizó un Latinoamericano y me sorprendí cuando lo gané. Fue una motivación muy importante, porque significa que los trucos que me dispongo a hacer me salen; y si me focalizo en mis metas el título mundial puede llegar pronto”, analizó.
A pesar de su juventud, la referente albiceleste vivió experiencias tan intensas como inolvidables durante sus días en el extranjero. Uno de los destinos más exóticos en los que desplegó sus producciones fue en Corea del Sur, donde viajó con su hermana cuando eran unas adolescentes entusiastas de 15 y 13 años. “Estábamos las dos solas en Busan y fue un choque cultural muy grande. Para llegar fue un caos, porque salimos desde Estados Unidos con conexión en Japón, y no entendíamos nada. Fue un desastre. Si bien habíamos ido a una escuela bilingüe, el St. Brendan ‘s College, ahí no nos podíamos comunicar. Le entendían más a nuestro entrenador que tiene menos inglés que un zapato”, deslizó entre risas.
La descripción que hizo sobre su primer día en territorio asiático no tuvo desperdicio. A pesar de la voluntad y de las señas genéricas, los empleados del hotel no lograban comprender a las forasteras. Lo llamativo fue que su coach fue el que consiguió resolver el conflicto. “You-We-Wakeboard”, dijo. Tres palabras como si se tratara de una contraseña secreta que le abrieron las puertas de las habitaciones donde pudieran hospedarse. “No sabíamos ni lo que comíamos. Con 13 años era muy quisquillosa con las comidas y no sabía cómo pedir lo más básico. Una vez terminamos comiendo cucarachas fritas en la calle”, sorprendió con su recuerdo.
Una situación similar le pasó a bordo de un taxi, cuando se dirigía hacia las aguas donde debía participar. Sin embargo, el chofer no comprendió el destino al que debía ir y la llevó a la cumbre de una montaña. “¡Mul! ¡Mul!”, fueron las únicas palabras que le salieron sabiendo que esas tres letras representaban la superficie acuática. “Corea me sorprendió muchísimo. Creo que fue el lugar que más me llamó la atención. También me voló la cabeza Bogotá, porque hicimos muchas amistades; pero en Abu Dhabi me pasaron cosas geniales como terminar un día paseando con una australiana en camello por el desierto”, aseguró.
En la actualidad ella vive en un verano constante. Sus compromisos le permiten planear la temporada desde México o Argentina, dependiendo de las temperaturas que se instalen en cada hemisferio, aunque ello le implique tener una relación a distancia con su novio. “Como él también se dedica a esto, entiende a la perfección lo que son los viajes”, dijo con naturalidad.
Eugenia de Armas es una de las figuras más prometedoras del deporte argentino. Su constante sacrificio y dedicación le permitieron en convertirse en la primera y única mujer en realizar la maniobra Doble Invertida. “Empezamos a probarla en 2018 con mi entrenador después de una prenda que tuve que cumplir cuando perdí en un juego. No fue planeado para nada. Ni siquiera lo pensé para una competencia; pero en el segundo intento me salió. Ahí me di cuenta de que tenía la capacidad para hacerlo. Fueron cuatro sets, pero en la tercera me rompí una costilla y tuve que parar un tiempito. Al mes volví a probar y en la primera que intenté me salió de nuevo. Por suerte un amigo la pudo grabar con un drone. Eran las siete de la mañana y nos fuimos a festejar”, detalló.
Su vida es de película. O de serie. Y literalmente la bonaerense participó como doble de riesgo en la popular tira de Netflix Cielo Grande. “Fue muy loco, porque el que manejaba la lancha durante los rodajes era mi papá. Nos divertíamos mucho, pero no me tocó compartir tanto tiempo con los actores porque teníamos días distintos”, subrayó.
Así, la joven argentina participó de las escenas de acción encarnando el papel que debía interpretar Pili Pascual. “Todos mostraban muy buena onda. Incluso vinieron a mi casa para tomar clases de wakeboard. Les picó el bichito de este deporte y Luan, que es un actor brasileño, siguió esquiando y entrenando. Fue uno de los que se quedó re manija”, aseguró.
Naturalmente, verla en la pantalla chica no era su hábitat natural. Y por ello, su círculo íntimo lograba reconocerla en las extrañas maniobras que improvisaba sobre el agua. “Todos mis amigos y familiares me reconocían por las piernas. Decían que mis músculos se veían a lo lejos. Si bien tenía que tener un parecido físico con la actriz, cuando había cambios en las escenas todos sabían que era yo”, concluyó entre risas.
En la tarde del lunes, con 24 años, se quedó con el primer puesto (con un puntaje de 83.11) por encima de la estadounidense Mary Morgan Howell (80.56) y de la chilena Ignacia Holscher Castillo (64.89) en los Juegos de la capital chilena. La campeona del mundo de la especialidad, que no tiene rango olímpico aún, y bicampeona panamericana ratificó su gran momento del otro lado de la Cordillera, que posibilitó la primera medalla dorada de la delegación albiceleste en lo que va de la competición. De esta manera, Argentina, a través del esquí acuático, alcanzó su undécima medalla: 1 de oro; 5 de plata; y 5 de bronce.