Talleres no puede ver a River de fiesta. Cuando se lo cruza, le corta la música, apaga la luz y lo saca rápido del salón. Lo hizo post triunfo en el superclásico y este jueves a la noche volvió a dar el golpe al arruinarle la celebración a un campeón que no pudo sacar a relucir su flamante chapa y que se despidió de la Copa Argentina antes de lo esperado.
La T lo jugó con ansias de revancha. No pudo seguirle el ritmo en la Liga, pero en los mano a mano el que que tuvo la kriptonita fue Gandolfi. Con la misma melodía de siempre, sus intérpretes maniataron a River desde el arranque enfocados en ejercer una presión alta intensa y recuperaciones en campo contrario que empezaron a perfilar el tono del encuentro.
Así, mientras Demichelis rotaba a De la Cruz y a Nacho por las bandas y Barco fluctuaba suelto por el medio, Talleres hizo la clásica: Ramón Sosa se comió a Andrés Herrera, Valoyes obligó a Enzo Díaz a pensar más en la marca que en el ataque y una vez más apareció Garro como verdugo. El remate en el palo fue el primer aviso, pero en River no tomaron nota y cuando volvió a tocar la puerta no perdonó tras una serie de errores dentro del área que incluyeron a un Enzo Pérez que perdió al disputar una pelota y un mal despeje de Paulo Díaz.
Esa jugada en la que River no pudo sacar nunca la pelota del área fue el reflejo de lo que vivió el campeón. Errático, impreciso y con falta de volumen de juego, esta vez el tándem Enzo Pérez - Aliendro no funcionó y enfrente se vio todo lo contrario, con un Ortegoza como Pac-Man en el medio y Villagra de ladero. Ese ejeno sólo anuló el circuito de creación de River. También lanzó pases en profundidad a la espalda de los laterales que generaron la sensación de que cada ataque podía terminar en gol, lo que no ocurrió gracias a las grandes intervenciones de Franco Armani, como la que le sacó a Sosa con el partido todavía igualado.
Es cierto que el CARP reaccionó post 0-1 y Aliendro hizo lucir a Herrera con un cabezazo a quemarropa y un unipersonal de De la Cruz que pasó cerca, pero fue poco para dar vuelta la serie. Encima, el cambio de Solari por el ex Colón no tuvo ningún efecto, mientras que las modificaciones del Cobija no resintieron un funcionamiento aceitado y con las energías suficientes para afrontar el duelo entre los equipos que mejor atacan en el fútbol argentino.
Los remates de un Nacho Fernández impreciso y el orgullo de DLC para ir con mas ganas y roce que fútbol fueron las únicas muestras de rebeldía de un equipo que sintió la mezcla de desgaste y festejo. Y cuando MD buscó piernas frescas, Palavecino no pesó, los centros a Borja y Beltrán sólo le sacaron chichones a Catalán y a Rodríguez y Benavídez fue un tractor incansable por el lateral derecho.
Esta vez y después de muchos años, River dejó el Malvinas Argentinas con las manos vacías y con un llamado de atención de cara a los octavos de la Libertadores ante otro conocido de Micho como Coudet. Y Talleres disfruta de ser el responsable del fin de la fiesta del campeón.