El avión que trasladó a la Selección -con la curiosidad del ploteo de los Rolling Stones- aterrizó en Moscú a las 22.20 (16.20 de Argentina). Y de allí el plantel se trasladó en micro a su búnker ubicado en Bronnitsy, a unos 60 kilómetros de la capital rusa.

Lo espera un predio pintado de celeste y blanco. Desde las puertas de las habitaciones hasta las gigantografías que rodean las canchas de entrenamiento. Todo está listo para que los jugadores se sientan como en su casa.
Antes del viaje a la tierra del Mundial, la Selección tuvo su último entrenamiento en Barcelona en la mañana del sábado.

En Bronnitsy la avenida principal está flanqueada de coloridos carteles que le dan la bienvenida a la selección, pero la escenografía detiene el tiempo y lo torna sepia: casas bajas y desvencijadas, edificios de cinco pisos, tan grises como rectangulares, una plaza sin pretensiones y rodeada de oficinas públicas, un intento de centro comercial, calles embarradas y el pasto descuidado.

Si la selección quería ahuyentar a sus hinchas, eligió el lugar adecuado.

Fuente: El Tribuno