Se parecen tanto que si se usa una pequeña lija y se saca el nombre de Flyestaparecerá casi por arte de magia el de su predecesora, Sol Líneas Aéreas. Así es el juego de las semejanzas entre la nueva empresa que empezará a volar en abril y la fallida compañía aérea que, después de que Aerolíneas le cancelara un contrato, dejó de operar hace un año.
Sucede que la nueva empresa, Flyest, será la continuadora de Sol. Aquella se quedó con los únicos activos válidos, los permisos para volar, los certificados y las rutas aéreas de la firma rosarina que hace un año despidió a todos sus empleados. Entonces, más allá de los aviones Saab turbohélices, habían llegado tres Bombardier CRJ 200 provenientes de Ais Nostrum, una empresa española que se asoció a su colega argentina para volar en cabotaje.
Se pintaron de los mismos colores que los de Austral y llegaron al país. Pero aquel convenio que subvencionada Aerolíneas Argentinas fue dado de baja. Sol no voló nunca más. Devolvió los Saab y despidió a su gente. Los aviones recién pintados huyeron antes de que alguna reglamentación se los prohibiese y uno de ellos, con matrícula LV-GIJ, aterrizó en Paraguay.
En tierras guaraníes permaneció hasta que la empresa pasó a manos de un grupo similar, tanto que el directorio que estaba en Sol es el mismo que el actual. Air Nostrum ya no es la socia del proyecto. La que entrega los aviones se llama Inversora Líneas Aéreas Internacionales (ILAI), que entre sus socios, sólo comparte algunos con la empresa española.
Mientras los expedientes avanzaban, el avión seguía pintado con los colores de Austral, casi como un hermano menor, en Asunción. Finalmente, llegó el momento de volver a volar. Y entonces decidieron no dar de baja la matrícula, mantenerlo con aquellas letras, y sólo tapar el nombre de Sol por el Flyest.
Celeste y blanco, con vivos rojos pero con otra leyenda, la aeronave tuvo su revancha. La semana pasada, el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich , posó con aquel avión que hace un año dejó de volar por una decisión suya compartida con la entonces presidenta de Aerolíneas, Isela Costantini.
"Es verdad que es el mismo avión. Estuvo en un chequeo en Paraguay pero decidimos no darlo de baja y traerlo para esta empresa", dice Gustavo Gustavo Cebreiro, director general de Flyest y ex director general de Sol. "Hasta que se efectivice el aporte de los socios españoles, el accionista mayoritario de la empresa soy yo", dijo.
Dietrich recibió el primer vuelo de Flyest.
"¿Qué le hace suponer que este proyecto será exitoso siendo que explotará las mismas rutas de Sol, una empresa que ya fracasó?", se le preguntó. "Lo que sucede es que es otro avión, jet y con 50 plazas. Y además, vamos a complementar gran parte del negocio con vuelos chárter. Es otra operación", contestó el ejecutivo. Pero eso no fue lo único que cambió. "Antes había una política aérea distinta. Cambiaron las reglas de juego. Aerolíneas, que tenía un gran aporte estatal, era contraria a la participación de otras empresas aéreas en el mercado. No dejaba crecer ninguna compañía y eso afectó mucho a Sol. El mercado es distinto ahora y nosotros sólo vamos a tener un rol complementario", agregó.
Flyest quiere empezar a volar el 7 de abril, a Uruguay. El plan es llegar a fin de año con cinco aviones (uno de back up) y emplear 120 personas. Las rutas heredadas de Sol unen a Buenos Aires con Rosario, Santa Fe, Mar del Plata y Rafaela y a Córdoba con Rosario. Esos serán los destinos por ahora.
Ahora bien, la regulación establece que a la empresa que no vuela por seis meses se le deberían caducar las autorizaciones de vuelo. "¿Por qué no le caducaron a Sol?", se le preguntó. "Pedimos prórroga a la autoridad ya que estábamos en tratativas para volver a volar. Entonces les pedimos que no las caduquen", contestó.
De aviones pintados
La historia de los aviones pintados de apuro se remonta a Lafsa, la empresa estatal que jamás tuvo aviones. En 2003, el entonces presidente Néstor Kirchner y su secretario de Transporte, Ricardo Jaime, querían anunciar el acuerdo con Southern Winds, con una buena foto en el Aeroparque. Pero no había aviones disponibles ni afectados a ese contrato.
Entonces apareció el ingenio argentino. Un avión de la extinguida LAPA fue la solución. Un mecánico tuvo la misión de reemplazar el logo de aquella compañía por el nuevo de Southern Winds y Lafsa. Todo salió perfecto y en octubre de 2003, se disparó la foto. Pero hubo un detalle, el avión, obviamente, no funcionaba y hubo que remolcarlo con un tractor para que sea parte de la escenografía.
El problema fue el que fotógrafo, distraído por el momento histórico que vivía, no reparó que en la foto se veía parte del tractor. Pero el kirchnerismo tenía un gran apoyo para no dejar al azar ninguna situación que sumara al relato. Uno de los colaboradores reparó en el yerro técnico. Y hubo que posar de vuelta. Y esta vez, el avión repintado, salió perfecto.
La Nacion