Eva Godoy Ortín es el típico caso de aquellas personas que no luchan por adaptarse al mundo, sino que busca que el mundo se adapte a ella. Para nuestro caso específico, ella logró que la universidad pública local sea un poco más inclusiva. Abrió, de algún modo, los caminos para comenzar a pensar las formas pedagógicas que se deberían abordar para poder combatir el desgranamiento, el recursado de materias y los abandonos.
Eva nació con síndrome de Down y es estudiante universitaria de la carrera de Ingeniería en Recursos Naturales y Medio Ambiente, de la Facultad de Ciencias Naturales, de la Universidad Nacional de Salta (UNSa).
No sólo eso, Eva es ayudante de cátedra de Zoología y tiene una historia que es digna de mencionarse.
Si bien la universidad golpea (académicamente) a todos por igual, para el caso de Eva las exigencias fueron más significativas. Estamos hablando de cuestiones pedagógicas como exigencias metodológicas, teóricas y evaluativas que hacen estragos en las continuidades del cursado de cientos de jóvenes año a año.
Ella ingresó a la UNSa en el 2017 y cursó casi dos ciclos lectivos sin problemas.
Todo estaba bien hasta este año que, como no había rendido los exámenes finales de algunas materias clave, no pudo continuar con las cátedras correlativas.
En 2019 solo asistió regularmente a una asignatura, por lo que perdió el tan valioso tiempo de su trayectoria académica.
Se debe decir que con Eva no hubo contemplaciones ni estrategias inclusivas para su continuidad.
Tras dos años de gestiones infructuosas ante la Facultad de Ciencias Naturales y el Rectorado de la UNSa, Eva y su familia se acercaron al Instituto Nacional contra la Discriminación, la xenofobia y el racismo (Inadi) para denunciar discriminación y violación de su pleno derecho a la educación.
En ese momento, la familia pidió que solamente se adapten pedagógicamente los instrumentos de evaluación.
La denuncia se realizó por un acto de discriminación al no adecuar los exámenes ni los espacios curriculares como lo plantea la resolución del Consejo Superior dictada en el 2019 y por las leyes de discapacidad con plena vigencia.
La acusación consideró que el Rectorado en parte cumplió con lo establecido y la Facultad no lo hizo.
Hasta ese momento, la universidad brindó la asistencia de una acompañante pedagógica y que es quien lleva el proceso de mediación entre los docentes y la joven para llevar adelante la inclusión.
En tanto que se logró que la Secretaría Académica de Naturales se comprometiera a presentar un proyecto para establecer la obligatoriedad de la adecuación curricular para estudiantes con discapacidad.
De algún modo logró que la universidad contemple y sea un poco más abierta y plural si al fin y al cabo Eva lo que más desea en la vida es egresar para dar clases a los niños y niñas con discapacidad.
Una de las maneras en que la Facultad pueda adaptar los exámenes a Eva, es tomarle un examen en dos partes o hacerle preguntas que ella pueda responder en forma sencilla. “Son adaptaciones que tienen que ver con la forma de preguntar, que sean claras las consignas. Esas cosas necesita Eva para avanzar en su carrera. Hay cátedras que ya lo hicieron y evidentemente leyeron y se interiorizaron sobre cómo podían ser las adaptaciones”, dijo su mamá.
“Esforzarse más”
Al hablar con El Tribuno, Eva comentó que le afectan algunas actitudes de los profesores: “Algunos profes no me adecuan los exámenes. Estoy muy afectada, muy triste pero estoy superando muchas de esas cosas”.
Cuando terminó el secundario en el colegio San Rafael Arcángel, que tenía orientación en Ciencias Naturales, Eva quiso empezar Ingeniería en Recursos Naturales y Medio Ambiente: “Elegí esta carrera porque admiro mucho a mi mamá. Me encanta esta carrera y quería estudiar. Me encanta la universidad. Quiero estudiar mucho y esforzarme más”, aseguró.
Relató que, cuando se reciba, quiere hacer una escuela con talleres y actividades para jóvenes con diferentes discapacidades, “con programas con contenidos mínimos para hacer las cosas bien y con profesores de apoyo para los chicos”.