Donald Trump volvió a imponer sus reglas a la agenda mundial. En un tuit tan corto como contundente anunció que este martes a las 14.00 (hora local de Washington) anunciará su decisión sobre el pacto nuclear con Irán. Tras meses de ataques continuos, la mayoría de los expertos y diplomáticos considera que se inclinará por romper el acuerdo y posiblemente reanudar las sanciones económicas a Teherán. Será un viaje que, en caso de materializarse, hará solo. Aparte de Irán, el resto de firmantes (Francia, Alemania, Reino Unido, Rusia, China) ya ha anunciado que no desea abandonar el pacto. Y aunque Washington intente paliar el efecto permitiendo que mantengan sus relaciones comerciales con el régimen de los ayatolás, la señal enviada habría quedado clara: Estados Unidos, bajo el mando de Trump, navega con su propia hoja de ruta.
Los augurios son malos. Trump no ha dejado de zarandear el acuerdo (el lunes mismo lo llamó "un lío") y hasta sus mejores aliados han salido cabizbajos en sus intentos de contenerle. “Creo que se deshará del pacto por razones domésticas”, concluyó el presidente francés Emmanuel Macron, tras su visita de Estado en abril.
Fue un pronóstico pesimista y que muchos han considerado como el más fundamentado de cuantos se han hecho. Aún así todo sigue en la penumbra y el abanico de posibilidades es amplio. Desde que otorgue otra prórroga a que lo rompa y aumente las sanciones (la llamada opción nuclear). Entre medias hay muchos matices y, a diferencia de otras veces donde se ha liberado información de antemano, anoche la Casa Blanca guardó un absoluto mutismo.
La sacudida, si se produce la ruptura y la vuelta a las sanciones, será planetaria. La decisión echaría por tierra el mayor logro internacional de la era Obama y volvería a empujar a Oriente Próximo por la pendiente nuclear. El acuerdo, alcanzado el 14 de julio de 2015 en Viena, se forjó tras dos años de negociación. Su objetivo era impedir durante al menos un decenio el acceso iraní a la bomba atómica, a cambio de levantar las sanciones económicas que asfixiaban al régimen. Pero a largo plazo suponía un paso mucho más importante. Demostraba que dos enemigos acérrimos, después de 35 años a dentelladas, podían darse la mano y rebajar la tensión nuclear en la zona más explosiva del orbe. El texto venía avalado además por otras cinco potencias (China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania). Esta red actuaba como un estabilizador ante las presiones continuas de Israel, cuya desconfianza en Teherán nunca ha desaparecido.
Para el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, la paz nuclear siempre ha sido una ficción. El acuerdo, según su interpretación, no pone punto final al programa nuclear, sino que lo posterga en busca de una recuperación económica. Ya como candidato Trump hizo suyo el argumento. En campaña definió el pacto como “el peor del mundo” y siempre que tuvo ocasión lo ridiculizó en público. No cambió al entrar en la Casa Blanca y en octubre pasado, en otro juego de suspense, decidió no validarlo en su revisión periódica y dejó que fuese el Congreso quien determinase su futuro. Fue un primer golpe, aunque no definitivo. Las Cámaras, pasado su turno, se lo devolvieron intacto, y Trump nuevamente puso el reloj en marcha. Ese tiempo es el que se agota este martes.
Pese a la retórica del republicano, Irán ha cumplido escrupulosamente los términos del acuerdo. Así lo han certificado la Agencia Internacional de la Energía Atómica y la propia administración estadounidense. La causa del rechazo norteamericano es de otra índole; surge de una profunda desconfianza en Irán. Trump y sus halcones quieren atar de pies y manos a un adversario del que temen una traición. Para ello exigen que las restricciones al combustible nuclear no tengan plazo, que se incluyan limitaciones al programa balístico iraní y que se introduzcan cláusulas de estabilidad para Oriente Próximo. “Desde que se firmó el pacto Irán no ha dejado de promover la violencia y ha empeorado la situación en el área”, sostiene un portavoz de la Casa Blanca.
Esta visión no es compartida por el resto de firmantes. Rusia y China discrepan en voz alta de Washington, mientras que Francia Alemania y Reino Unido han intentado salvar el texto. “Para el presidente de EEUU se trata de un mal acuerdo; yo lo que digo es que no es suficiente, pero que quedarse sin nada no sería mejor. Tampoco estoy satisfecho con Irán y quiero contener su influencia en la región y luchar contra los misiles balísticos. Mi idea es continuar con el pacto mientras no tengamos una opción mejor, y completarlo con medidas de contención regional y balística”, dijo Macron en su reciente visita de Estado.
La posibilidad de mantener con vida el acuerdo mientras se negociaba otro sobre misiles y estabilidad zonal tampoco convenció a Trump. Ante el propio Macron, el presidente estadounidense calificó el texto de “ridículo, demencial y ruinoso”. Su embestida vino reforzada por sus adláteres.
Tras eliminar el ala moderada de la Casa Blanca, Trump ha puesto la política exterior y de seguridad en manos de declarados halcones anti-iraníes. A la cabeza figura el secretario de Estado, Mike Pompeo, quien en su visita la semana pasada a Oriente Próximo se alineó con Israel. “El pacto se construyó sobre un engaño, sobre la promesa iraní de que jamás buscaría desarrollar o comprar arma nuclear alguna. Ha llegado la hora de revisar si se puede confiar en Irán”, afirmó.
Bajo estas coordenadas, la ruptura del pacto, si se consuma, supondría una llamada de atención no sólo en Oriente Próximo sino frente a la gran negociación que la Casa Blanca tiene entre manos: la desnuclearización de Corea del Norte. Para el sector más radical, enseñar el músculo a Teherán le permite a Trump mostrar su fortaleza a Kim Jong-un y exigirle un acuerdo de máximos. Es una interpretación que los demócratas no comparten.
“No creo que el presidente tenga ni idea de lo que supone el pacto nuclear. ¿Alguien le ha escuchado hablar en largo de ello? Para él, todo se limita a un hecho simple: lo hizo Obama y por tanto está mal. Pero lo más loco de todo esto es que puede desatar una crisis nuclear cuando ya estamos en otra con Corea del Norte. Es más, si Pyongyang ve lo que ocurre con el pacto con Irán, ¿por qué habría de cerrar un acuerdo con Estados Unidos?”, ha señalado a este periódico Ben Rhodes, asesor de Obama y uno de los cerebros del pacto.
Pero el golpe iría más allá del legado de Obama o de Corea del Norte. La retirada consumaría el repliegue de Estados Unidos. Trump habría demostrado que no solo polariza a sus ciudadanos. Lo hace con el mundo. Rompe un pacto que promovió su país, se aparta de sus aliados, arrincona a Irán, reabre la posibilidad de una carrera nuclear en Oriente Próximo y concede un espacio privilegiado a la narrativa israelí. Rotos los puentes, lo que quedaría es un planeta más inseguro. Este martes se sabrá si ese es el camino que elige.
Fuente: El País
I will be announcing my decision on the Iran Deal tomorrow from the White House at 2:00pm.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 7 de mayo de 2018