"Mandá fotos", le escribió a la menor de once años. "Perdón pero me parece que no da", respondió la niña. Cinco emoticones con lágrimas aparecieron en la pantalla, un berrinche. "Pedile esas cosas a tu novia", le reprochó, en referencia a su pareja, la modelo Larissa Riquelme. "A mi novio tampoco le mando fotos así", dijo luego.
Luego, Fabbro se puso un poco insistente. Comenzó con emoticones, caras tristes, de llanto, caras de ansiedad. "¿Tenés jeans? A verlooo", dijo el jugador, antojadizo. "No, pollera", respondió ella. Finalmente, la niña le envió dos fotos a su padrino futbolista, ninguna en una pose sensual, ninguna imagen provocativa.
Probablemente ningún hombre le hable así a su ahijada de once años. El futbolista Jonathan Fabbro, ex River Plate y Boca Juniors, conversó con la suya vía Whatsapp a comienzos de abril de 2017 mientras estaba en México, en los últimos días de su contrato con los Jaguares de Chiapas.
El hermano mayor de la joven, de 17 años, se alarmó al ver de lejos la pantalla del teléfono. Sospechó que la joven chateaba con un noviecito, un compañero de escuela. Al ver el teléfono se alarmó profundamente: era Fabbro, que es padre de un chico. El hermano comenzó a preguntar; la historia del presunto abuso surgió ahí por primera vez.
Su madre lo supo luego al llegar a casa. Frente a ella, la niña comenzó a hablar, ante el horror de su familia. No era reciente, no era algo de ayer, no habría sido apenas un chat, sino cinco años de supuestos ataques sexuales denigrantes a manos del futbolista, según lo que oyeron su madre, su hermano y luego una psicóloga, que comenzaron cuando la niña tenía seis años, cinco años de toqueteos, de eyaculaciones en la boca y sexo oral, de episodios en el auto de Fabbro, en la casa de su abuela.
Su madre acudió a la Comisaría 52° de la Policía de la Ciudad en Villa Lugano para denunciar a Fabbro, una denuncia que se convirtió en una causa penal en el Juzgado N° 32 a cargo del doctor Santiago Quian Zavalía. La calificación: abuso sexual con acceso carnal agravado por vínculo. La pena máxima: 20 años de cárcel. Los chats entre su hija y Fabbro fueron incorporados al expediente.
Infobae los reveló por primera vez en julio de 2017. Fueron una parte central de la imputación contra el futbolista impulsado por la querella del abogado Gastón Marano.
Hoy, en agosto de 2019, tras ser detenido en México y ser extraditado por la Policía Federal, tras pasar meses preso en el pabellón de agresores sexuales de Marcos Paz, Fabbro es finalmente condenado por el Tribunal Oral Criminal Nº 12: tres jueces le impusieron la pena de 14 años de cárcel por cinco hechos de abuso con acceso carnal gravemente ultrajante y corrupción de menores.
El entorno de Fabbro disputó en varias ocasiones la veracidad de los chats, entre ellas Anabel Fabbro, hermana del jugador condenado. Aseguraba que eran falsos, una fabricación.
Los chats fueron efectivamente borrados del teléfono de la menor; lo que se entregó a la Justicia fueron capturas de pantalla. El número de teléfono fue reconocido por Fabbro: Larissa Riquelme y su hermana Anabel afirmaron según el procesamiento que el número era empleado para comunicaciones vía WhatsApp. Un perito del área de Cibercrimen de la Policía de la Ciudad afirmó que las capturas fueron originadas en el teléfono peritado a través de un rastreo en las rutas de memoria del aparato, con una secuencia de guardado que validaba el planteo.
La pena de Fabbro, si ninguna apelación de la defensa prospera, se agotará el 19 de diciembre de 2031.