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Se cumplen 20 años del crimen de María Marta García Belsunce

Se cumplen 20 años del crimen de María Marta García Belsunce

Se cumplen este jueves dos décadas del asesinato en el country Carmel, un caso emblema en la historia policial argentina.

“Han transcurrido 20 años sin que el Estado haya sido capaz de mostrar una respuesta sobre el caso, no sólo a la víctima sino a la sociedad. El derecho a la verdad es un derecho humano”. La frase del fiscal general adjunto de San Isidro, Patricio Ferrari, en la apertura del tercer juicio por el crimen de María Marta García Belsunce es, quizá, la radiografía de un asesinato que, técnicamente, sigue impune dos décadas después. Técnicamente, sí, porque aún los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal N°4 de San Isidro no han dado su veredicto sobre lo que la acusación cree con vehemencia: “Que Nicolás Pachelo, indiscutiblemente, es el asesino”, en palabras del funcionario judicial.

Veinte años después, y con dos juicios que han quedado en el barro, con absolución incluida al viudo Carlos Carrascosa y la condena contra los familiares por encubrimiento caída; este tercer debate intenta poner luz a un caso enrevesado por la cantidad de prueba que se ha perdido en el camino: sobre todo porque el crimen se descubrió recién 36 días más tarde. Hasta ese entonces, la torpe María Marta se había caído en la bañera. Una desgracia.

Ese 27 de octubre de 2002, hace 20 años atrás, en el country Carmel la lluvia rompió la rutina de María Marta y el partido de tenis de cada domingo debió darse por terminado antes de tiempo. Tampoco se quedó en la casa de su cuñado Guillermo Bártoli junto al resto de su familia. Se puso el piloto, se subió a la bicicleta y enfiló para su vivienda. Dirían tres adolescentes de 14 años por entonces, y repetirían ya hombres hoy de 34; que ese día primero pasó Pachelo trotando, luego la socióloga; y que los dos coincidieron sobre la misma calle: la que desembocaba en la casa del matrimonio Carrascosa-García Belsunce.

Luego, un agujero negro en la historia y una mujer con cinco balazos en el cráneo, tendida con la mitad de su cuerpo sobre la bañera con agua. El reconocido criminalista Daniel Salcedo esgrimió en este tercer juicio, que además de Pachelo tiene a los vigiladores José Ortiz y a Norberto Glennon como acusados del crimen en el marco de un robo, una teoría de lo que puso haber pasado basado en indicios. Un encuentro con el intruso, una mujer que no era para nada sumisa, una lucha, una caída y un golpe que la dejó indefensa, un disparo que le rozó el cráneo y la atontó, y el asesino que le vació los otros cinco proyectiles del revólver calibre .32 largo que portaba para destrozarle el cerebro.

“El asesino tardó no más de tres segundos en hacer los seis disparos”, especuló Salcedo. También echó por tierra un par de mitos: “La humedad va a enmascarar cualquier olor; además, seis disparos no es suficiente para dejar olor a pólvora en el ambiente”, fue una de las cosas que dijo y que más se le apuntaba a Carrascosa: cómo pudo no darse cuenta de que había olor a pólvora en el ambiente.

El criminalista, al igual que la coordinadora general del Banco de Datos Genéticos del Poder Judicial de la provincia de Buenos Aires María Mercedes Lojo, descartó el ADN encontrado de la antesala del cuarto como prueba. “No es fiable por la contaminación de la escena”, soltó Salcedo y se preguntó: “¿Alguien comparó ese material genético con el de los peritos?”. Hasta la fecha no se halló una coincidencia con esos perfiles genéticos que están en la causa.

El comisario mayor en retiro activo de la Bonaerense Norberto Aníbal Degastaldi, que era el jefe de la DDI de San Isidro, de la que dependían los policías de Pilar, desmitificaría otro mito que por muchos años quedó arraigado alrededor de la causa por el asesinato de la socióloga, que la familia había pedido que le saquen la Policía de encima: “Eso nunca ocurrió”, dijo sobre el día del crimen. El día que se hizo todo mal y comenzó un derrotero que sembró sus consecuencias.

Así, en abril de 2003, el fiscal Diego Molina Pico pidió la detención de Carrascosa como presunto asesino de su esposa. Menos de un año después, la causa se elevó a juicio. El 18 de junio de 2009, la Sala I del Tribunal de Casación Penal bonaerense condenó a prisión perpetua al viudo por el crimen de su mujer. Dos años después, condenaban por “encubrimiento” del crimen a Bártoli, Horacio García Belsunce (h), John Hurtig, Juan Gauvry Gordon y Sergio Binello; y se absolvió a la masajista Beatrìz Michelini.

No pasaría mucho hasta que la Corte Suprema de Justicia de la Nación ordenara una “revisión amplia” de la condena al viudo en 2014 y dos años después se anuló el fallo condenatorio y se pidió una nueva investigación. Los fiscales de Pilar María Inés Domínguez -fallecida- y Andrés Quintana llevaron a juicio la pista Pachelo, que este lunes tendrá sus alegatos.

Pachelo y los ex vigiladores Ortiz y Glennon se sentaron en el banquillo de los acusados el 13 de julio pasado, como presuntos coautores del crimen de García Belsunce. Más de tres meses después, la pruebas contra los guardias son endebles. Por caso, a Glennon lo mencionaron recién sobre el tramo final del juicio. El juez Federico Ecke solía recordarle a su defensor que nadie le conocía la cara al acusado prácticamente. No sólo no iba, muchos de los testigos no tenían idea de quién era.

A 20 años del crimen de María Marta, Pachelo ha dicho varias veces que él no la mató. Para la acusación, miente. Para su defensa, es inocente.

Sus antecedentes por haber robado los domingos por la tarde en lugares que conocía, generalmente a vecinos, es uno de los puntos que hacen plausible para los fiscales su teoría: ese día fue a robar y se encontró con la socióloga. Además, sostienen que “odiaba a María Marta” porque ella lo quería echar del country que había construido su padre.

En ese contexto, con la cámara oculta a un ex empleado de su familia, los fiscales lograron poner la idea de Pachelo con un arma en la mano: un revólver .32 largo. La declaración de los adolescentes que lo vieron trotar cerca de la víctima lo puso a metros de la socióloga y de la casa donde se cometió el crimen. Más el testimonio de los mozos que al día siguiente aseguran que el acusado fue a preguntar: “¿Se sabe quién la mató?”, cuando ni siquiera la habían enterrado y la teoría del accidente doméstico reinaba; completan parte del hilo conductor del juicio.

A lo que los acusadores suelen sumar la metodología en el caso Augé: el robo a la madre del mejor amigo del acusado, a la que le apuntaron en la cabeza con un arma y la metieron en el baño; y por el que Pachelo fue condenado en un juicio abreviado como partícipe necesario. Asegura que él no fue. Los fiscales que lo sentaron en el banquillo de los acusados por el crimen de María Marta sospechan que sí, y que la metodología es la misma que se usó en el crimen de la socióloga con una diferencia: la víctima sí se defendió y la mataron.

“¿Qué más hace falta?, ¿un video?”, suelen quejarse desde la fiscalía cuando les abren un signo de interrogación sobre la responsabilidad de Pachelo. Lo cierto es esto: 27 de octubre de 2022, 20 años después, la misma pregunta que la justicia no ha contestado sigue vigente: ¿Quién mató a María Marta?



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