Los vecinos de Alberdi 1150 fueron mudos testigos de un violento episodio al mediodía, cuando un alto funcionario municipal junto a su hijo agredieron física y verbalmente de manera brutal y cruel a una inspectora de Tránsito, que solo les había reclamado la negligente manera de sacar marcha atrás y a ciegas una camioneta, en una calle de un solo carril y con vereda angosta.
Roxana Padilla, inspectora municipal de Tránsito, instructora vial y evaluadora teórico práctica, denunció no solo los golpes recibidos, sino la violencia verbal descalificante utilizada por Abraham Castillo -director de Transporte Impropio- para amedrentarla en público, amén de las amenazas de hacerla echar de su trabajo por el solo hecho de reclamarle a un funcionario público de rango superior una falta flagrante y evidente.
“Yo iba a buscar a mis hijos para llevarlos al colegio, cuando del domicilio de esta persona salió una camioneta de culata, obstruyendo la calle Alberdi, que a esa altura tiene un solo carril”, relató a El Tribuno.
Esa maniobra hizo que ella frenara y se desestabilizara.
El incidente de la calle Alberdi tiene dos aristas, una penal y otra de violencia de género. El video muestra un desconsiderado trato a una mujer.
“Le hice sonar la chicharra de mi moto Keller 110 cc, y como iba uniformada, cumpliendo con el protocolo, le advertí que tendría que señalizar la salida de su garaje con un timbre o luces porque de la manera que saca la camioneta puede causar estragos. Entonces del lado del acompañante se bajó un hombre algo mayor y sin mediar saludo alguno me dijo: “¿Así que vos me vas a enseñar a mí? ¿Sabés quién soy yo? Yo soy funcionario municipal de mucha más categoría que vos, así que andate ya de aquí antes que te haga echar de tu trabajo. En ese momento me sentí amedrentada, amenazada y le contesté que nada tenía que ver su cargo con su comportamiento, entonces, se me vino encima y me aplicó un golpe en la cabeza y luego me pateó y me hizo caer”, contó.
“Ante esa lluvia de agresiones atiné a tomar mi celular y grabar las atrocidades que me decían para que me levante y deje salir completamente la camioneta, que entonces obstruía el paso de la calle”.
Agregó: “Me duele recordar, pero me dijeron gorda, borracha, drogadicta y otras palabras que no tiene sentido decirlas, pero que saben que es muy común cuando se insulta a una mujer. Aún humillada en lo más íntimo no quedé sola. Vecinos llamaron al 911 y en minutos los policías de la comisaría 2ª llegaron. El exnúmero ocho de Juventud Antoniana dejó la calle y se escondió dentro de su domicilio, mientras su hijo Pablo Castillo huía en la camioneta. Siete policías golpearon todas las puertas y ventanas de esa casa sin que el funcionario repondiera”.
Según la inspectora, “cuando salió habló directamente con el director de Gestión de Tránsito, Julio Palavecino, y le pidió mi cabeza: después mientras nosotros -había compañeros ahí- intentábamos hablar con nuestro jefe, el mismo hablaba con el victimario, eso no cayó bien entre los inspectores que día a día salimos a trabajar a la calle. No me quedó otra que denunciar en la comisaría 2ª los atropellos, las agresiones y los golpes sufridos. Toda esa violencia desplegada por un simple reclamo vial, fundado justamente en mi conocimiento de las reglas de tránsito. Mire si se me ocurría sacar el talonario de multas, qué habría pasado”.
La mujer dijo que hizo dos denuncias, una penal por las agresiones y otra por violencia de género. Luego la mujer reflexionó: “Las calles de Salta están llenas de matones, prepotentes y maleducados. Lo más grave es que la violencia contra la mujer aquí no respeta ni si quiera un uniforme”.
Fuente: El Tribuno