Eduardo Duhalde llegó a Salta y dialogó con El Tribuno. Asegura que si de esa crisis se salió en seis meses, de la turbulencia actual se tendría que salir más rápido. Afirma que el Gobierno de Macri solo “dialoga con el espejo”. Y señala que el próximo presidente del país debería ser su exministro de Economía Roberto Lavagna, aunque pide medir a todos, más en el seno del Partido Justicialista.
Usted es un piloto de tormenta, que en su momento agarró el país en una situación crítica, ¿cómo se sale de la crisis actual?
Vengo diciéndolo desde hace tiempo. El Gobierno hace un maremoto en una palangana. Claro que se puede salir, pero hay que hacer lo que corresponde y no al revés. Si la salida está de aquel lado (señala al frente suyo) y yo vengo para este (apunta a su sector en la mesa) cada día se aleja más la salida. Es un Gobierno que no escucha, algo que es absolutamente ridículo si no se tiene mayoría parlamentaria. No consulta y es evidente que no lo hace ni siquiera con sus socios. Así no se puede gobernar. Para salir hay que estudiar. No se pueden tomar medidas tan importantes, que había que tomarlas, claro que estaba todo atrasado y había que aumentar las tarifas, pero así no se hace. Le encargan a un ministro que no entiende nada de nada, que vivía afuera del país y después empiezan los socios a quejarse.
¿Qué errores le marca a este Gobierno?
En la toma de decisiones, yo no he visto cosa peor. El tema del aborto. En momentos de crisis, ningún Gobierno del mundo pone sobre el tapete temas que dividen, tenés que poner temas que unifiquen. Nosotros actuamos mal permanentemente. Yo estoy mal con el Gobierno y mal con la oposición. No entienden, no se dan cuenta que no podemos seguir peleándonos como estúpidos. Hay que ver en el adversario un amigo. Yo trabajé toda mi vida así, nunca me peleo ni hablo mal de nadie. ¿Qué gano yo hablando mal de Cristina? Lo que tuve que hacer lo hice por escrito (agosto 2004), fue muy duro, pero respetuosamente. El tema es que se arman dos tribunas, una defendiéndola y otra no. Es una guerrita insulsa y estúpida. Yo puedo criticar políticas, pero jamás el disparate que algunos hacen, eso no tiene que ver con una democracia y una república seria.
¿Tiene temor de que se llegue a la situación de crisis del 2001 o estamos lejos?
No se si estamos lejos. Es difícil comparar. Lo que sí sé es que en esa época pudimos salir en seis meses, porque ahora pareciera que no se puede salir. El tema es que no saben. A veces me hago una pregunta: habiendo en el país gente que tiene experiencia, ¿por qué no nos llaman?, queremos ayudar. No hay diálogo, se habla de diálogo pero no hay diálogo, dialogan con el espejo.
¿Qué piensa del entramado de coimas entre empresarios y funcionarios que se develó?
Un asco. Eso es un asco.
¿Cree que el caso de las coimas termina con Cristina Kirchner presa?
No sé. No creo en la Justicia. Hay sobrados motivos para no creer. Pero creo también que lo que yo vengo diciendo hace años no está resuelto. Este Gobierno es peor, salvo la segunda época de Cristina, nunca un Gobierno en dos años y medio tuvo tantas denuncias serias de corrupción. Después hay que ver qué pasa con eso. Esto se puede resolver.
¿Cómo se resuelve?
Lo cierto es que hay que mejorar la Constitución y establecer dos cosas. Lo primero es que hay que adoptar lo que tiene el parlamentarismo: partido que no tiene mayorías, tiene que llamar de nuevo a elecciones. Y lo segundo fijarnos de qué manera se puede hacer una estructura nueva, autárquica, de control. Es una vergüenza que al Gobierno anterior lo controlaban los amigos, la esposa de uno de ellos, y ahora también, es una vergüenza.
¿Lo ve al gobernador de Salta Urtubey como un presidenciable con chances?
No hay muchos. Tenemos que verlo en el PJ. Corriendo se ven los pingos. Yo lo veo con muchas condiciones. Una condición que le veo no es menor y es la imagen, y eso es una ventaja enorme.
Usted tiene su candidato...
Estoy seguro de que en el supuesto de que el Gobierno siga cayendo, los radicales va a huir y si tenemos a Roberto Lavagna van a venir para este lado, porque él fue el secretario de Industria de Alfonsín.
¿La situación de crisis económica lo beneficia en algo al PJ?
No lo beneficia para nada. El tema ahora es tener el ganador. Estoy convencido de que si sigue cayendo esto, la gente va a pensar en el economista que sacó al país de una situación difícil. Lavagna tiene mucha ventaja.
¿Se arrepiente de haberle dado su apoyo a los Kirchner?
No. Yo siempre elijo lo que la gente quiere. La gente quería a Lole (Reutemann): trabajador, honesto, poco creativo, pero con una manera rara y efectiva de conducir. Era el candidato. Néstor fue a Rosario a decirle si vos te presentás, yo no me presento. El segundo postulante era Felipe (Solá) gobernador de Buenos Aires, también trabajador y honesto. Después de ellos me quedaban tres opciones: Menem, que no podía ser porque no pasaba la segunda vuelta, perdía con cualquiera. Alberto Rodríguez Sáa era el otro. Y el “pingüino”, que se había anotado para hacerse conocer para la próxima. Lo mandé a llamar a Rodríguez Sáa con Moyano y le contestó medio raro. Y como tenía tiempo, lo mandé a llamar de nuevo, y mandó a decir que no. Y entonces me quedé con el “pingüino”, yo no tenía nada contra él. Ya era la figura del grupo Calafate, donde estaban los gobernadores pequeños y ya era el más grande. Quedamos solos y había que apechugar. Logramos meterlo segundo y fue presidente. Yo nunca tuve problemas con él. Me preocupó porque él tenía la idea soviética: los políticos sin dinero no sirven, un disparate. Les decía a los que nombraba te voy a hacer rico. En ese tiempo yo no estaba acá, estaba en el Mercosur. Con la que nunca me llevé bien fue con Cristina.
Alguna vez dijo que los argentinos estamos condenados al éxito, ¿sigue pensando lo mismo?
No hay ninguna duda. La política es 10% de pasado, 40% de presente y 50% de futuro. Y lo que pasa es que todos acá en Argentina están mirando para atrás. Hablar hoy de Roca, de Sarmiento, de Perón. Los pibes no se enteran de eso. Lo que hay que rescatar de los partidos es su ideario. Estoy de acuerdo con el ideario de mi partido. Perón insistió que hay que quitarle a los partidos el nombre, porque eso quita posibilidades. En eso no creía Menem, que se abrazó con el neoliberalismo y estos muchachos creen que son revolucionarios. Todo es mentira. Hay que rescatar a los jóvenes, que son la riqueza de los partidos.
En el medio, Alfonsín
Eduardo Duhalde realiza un largo relato donde cuenta una situación con Ricardo Alfonsín, sobre cómo combatir a la corrupción, con quien recuerda que tuvo una buena y respetuosa relación.
Recuerda que antes de ser vicepresidente proponía luchar contra las drogas y la corrupción, ya que él veía que esos temas iban a carcomer a la política y la sociedad. Y que una vez que llegó a ese cargo impulsó una comisión de notables para avanzar con el tema. También contó que una vez le dijo a Alfonsín: “La ciencias políticas tienen funciones escenciales: administrar los fondos y controlar. Qué le parece si controlan todo ustedes: Fiscalía de Estado, el Tesoro”, le dije a Alfonsín. Y el expresidente lo vio con buenos ojos. “Eliminar la corrupción, se puede hacer. Si el control es de una posición honesta, como los radicales”, le dijo en aquel entonces.
Fuente: El Tribuno