Ironías de la política: cuando Mauricio Macri protagonizaba el regreso “triunfal” de un presidente a La Rural e insistía con que el país debía “dejar de ser el granero para ser el supermercado del mundo”, los argentinos se volcaban en masa a comprar aceite ante el riesgo inminente de desabastecimiento y de un salto de precios.
Y, en momentos en que todavía resuena su discurso inaugural, en el que le pedía al campo que sintiera “que se le ha sacado la pata de encima y se le está tendiendo la mano”, los consumidores se preparan para enfrentar la falta de otro producto clave de la canasta básica: la manteca.
Tras el paquete de medidas “pro agro” y otras a favor de las economías regionales, el Presidente nunca imaginaba tener que lidiar con la escasez de estos alimentos esenciales.
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Durante el pico máximo de la última “corrida”, todos los canales de televisión tenían móviles apostados en las puertas de los comercios; los cronistas, en tanto, perseguían a funcionarios del Gobierno y algunos medios resaltaban casos condenables y que no hacían más que profundizar el malhumor de la sociedad, como los de los comercios que exigían la compra de otro alimento por cada unidad de aceite, especulando con la necesidad de los consumidores.
Estas imágenes, de clientes pujando por una botella y empresarios tirándose la pelota, supuso un paralelismo con lo que ocurrió hace dos años, cuando lo que faltaban en las góndolas era yerba y el entonces ministro de Economía, Axel Kicillof, hasta llegó a amenazar con cerrar las exportaciones.
Otra “corrida” muy recordada que padeció el kirchnerismo fue la de los tampones, que tuvo lugar durante febrero del año pasado y que también fue una consecuencia directa de las políticas de aquel gobierno.
Como la mayor parte de estos productos de higiene personal no se producen en el país sino que se importan de Brasil, el año pasado, el reforzamiento del “cerrojo” a las importaciones para cuidar los dólares derivó en una momentánea escasez.
Con un problema de oferta y una demanda fogoneada por el súbito faltante, todo estuvo dado para que estallara el problema. El hecho, incluso, fue tendencia en Twitter cuando el entonces secretario de Comercio, Augusto Costa, denunció que se había producido una “corrida contra el tampón, inducida por una operación mediática”.
Ahora, el Gobierno de Macri es el que debe sortear el malhumor generalizado ante la escasez y las subas especulativas de dos productos esenciales en la dieta de los argentinos.
Por cierto, a primera vista, resulta llamativo que en la Argentina falten en las góndolas grasas de origen vegetal y animal, dado el papel relevante que ocupa el país en el comercio global.
Según datos oficiales, el país se ubica como el:
• Primer exportador mundial de aceite de soja.
• Cuarto exportador de aceite de girasol.
• Noveno productor de leche, superando a naciones como Australia o Canadá.
• Decimotercer país elaborador de manteca.
Además, según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario, la Argentina cuenta actualmente con el complejo industrial oleaginoso más importante a nivel mundial en plena actividad.
Además, el país posee el polo industrial oleaginoso del Gran Rosario, que es el más importante del mundo a nivel de concentración geográfica.
¿Cómo es posible entonces que falte aceite en un país con capacidad para producir más de 10 millones de toneladas de aceites vegetales al año y que se da el lujo de exportar casi el 70% del total y destinar otro porcentaje a la generación de biodiesel para mover tractores y camiones?
En medio del cruce de acusaciones, lo que quedó en claro fue la preocupante falta de cintura que mostró el Gobierno para darle una rápida solución a la crisis, en un contexto en el que desde varias entidades empresarias venían alertando desde hacía tiempo que había un cuello de botella a punto de explotar.
Y para que salte el problema, bastó apenas una declaración radial de un sindicalista. En concreto, del secretario general de la Federación de Trabajadores Aceitero, Daniel Yofra, quien había señalado que el precio de la botella de aceite iba a triplicarse en una semana.
¿La razón? El Gobierno de Macri había decidido ponerle fin a un esquema de compensaciones para el mercado interno que había sido creado en el año 2008 por el entonces secretario de Comercio, Guillermo Moreno.
El mecanismo consistía en la conformación de un fideicomiso de empresas aceiteras exportadoras que tenían que destinar el 1,2% de sus ventas al exterior de aceite de soja y girasol para mantener “pisados” los valores de venta al público de esos mismos productos en el mercado interno, ofrecidos a través del plan Precios Cuidados.
La declaración del gremialista, por cierto, encontró eco en las redes, hasta transformarse en una de las noticias más viralizadas. Las corridas al supermercado y las maniobras especulativas fueron la consecuencia inmediata.
Andrés Alcaraz, gerente de Relaciones Institucionales de la Cámara de la Industria Aceitera (CIARA), hizo referencia a la aparición de un “cisne negro, que fue la inesperada e imprudente declaración del sindicalista, que se hizo carne rápidamente en todo el país, generando un auténtico imprevisto”.
Ahora bien, ¿hubo especulación y faltantes por el lado de la industria, frente a la inminente desregularización del precio?
Desde CIARA se defendieron y aseguraron a este medio que “todas las fábricas mantuvieron el flujo de provisión normal, en todo momento”.
“Lo que sí hubo fueron algunas conductas de estoqueo a lo largo de los eslabones de la cadena de distribución y comercialización. Nosotros abastecimos con total normalidad”, afirmó Alcaraz.
En medio de esta pulseada, hasta el Gobierno se encargó de despegar a las aceiteras del problema, negando que hayan apelado a maniobras especulativas. En cambio, cargaron contra el eslabón comercial por algunas prácticas desleales.
Incluso, el propio Ministerio conducido por Francisco Cabrera informó que, durante los días más críticos, realizaron controles pero que los mismos “no reflejaron faltantes de producción de aceite ni problemas de estacionalidad”.
Desde el sector supermercadista coinciden en que el flujo no se cortó, pero advirtieron que sí hubo falta de previsión por parte del Gobierno, ya que se decidió avanzar con el desarme del fideicomiso sin analizar los niveles de stock ante una posible “corrida”.
“El precio de los aceites de girasol, de maíz y el mezcla, que representan cerca del 80% de las ventas de un supermercado, estaban regulados y tenían entregas cuotificadas”, advirtió el directivo de una de las principales cámaras de supermercados.
“Este no era un problema nuevo y el macrismo lo sabía. Hace casi una década que venimos justísimos. Continuamente estamos cerca del quiebre de stock y pasa casi todos los meses que hay clientes que no encuentran la marca que quieren y tienen que llevar otra. El mercado del aceite está continuamente al límite”, agregó.
Acto seguido, afirmó que “ya le habíamos planteado a este Gobierno que podríamos vender más aceite y sin fijar un tope de unidades por cliente si nos vendieran más. Pero esto no cambió y por eso, apenas se disparó la demanda, terminamos ´mordiendo la banquina´”.
En tanto, Alberto Guida, presidente de CADAM, cámara que agrupa a los distribuidores mayoristas de alimentos, fue en un sentido similar, al afirmar que “desde hace cerca de cinco años recibimos, de parte de la industria productora, una cuotificación fija de mercadería. Es algo histórico. Estamos mal abastecidos, porque no se tuvo en cuenta que creció la población”.
Desde el punto de vista de la comunicación y el manejo de la crisis, el analista Diego Dillenberger también encontró una estrategia algo fallida: "Tal como sucedió con el anterior gobierno, estaba latente el riesgo del estoqueo. Por eso, hubiese sido más atinado coordinar previamente con el sector productivo para garantizar una mayor oferta”.
Ahora bien, ¿por qué el macrismo avanzó con esta decisión de desarmar el fideicomiso, justo en un contexto en el que el humor venía crispado tras las subas de tarifas?
Ignacio Werner, asesor del Ministerio de Producción, dio una explicación que convenció a pocos: “El fideicomiso llevó el precio del aceite a un valor muy por debajo del real, poniendo en riesgo los miles de empleos en la cadena de valor de la industria”.
"Hemos trabajado para normalizar la situación. En este sentido, valoramos el comportamiento responsable de la industria en el acuerdo de hoy”, agregó Werner, en referencia al compromiso de las aceiteras de ajustar los precios con un tope del 4%.
Algunas voces críticas al macrismo hicieron hincapié en que este fue un mal momento para avanzar con el desarme del fideicomiso, especialmente luego de que la suba de tarifas crispara el humor de la sociedad.
Como contrapartida, desde CIARA argumentaron que, entre enero y julio, la compensación costó u$s120 millones y fue "bancada" por el bolsillo de las multinacionales,
Frente a este argumento, los economistas que se oponen a la decisión advirtieron que esta cifra representa una pequeñísima fracción frente a la mejora de la rentabilidad que obtuvieron las multinacionales tras la devaluación y quita de retenciones.
En medio de este cruce, el economista Jorge Colina, de IDESA, planteó el argumento del "mal necesario".
"Son tantas las distorsiones acumuladas desde la anterior gestión, que cuanto antes se aborden y se resuelvan, mejor”, sostuvo.
“Haber pospuesto el desarme del fideicomiso hasta encontrar un mejor momento hubiese significado apelar a la misma estrategia del kirchnerismo. Medidas como estas tienen costos y hasta pueden ser algo traumáticas, pero hay que hacerlas en algún momento”, agregó.
Ahora, problemas con la manteca. Recién recuperándose de la primera “corrida”, el Gobierno ahora debe enfrentar otra: el propio ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, admitió este lunes que “va a faltar manteca”.
A diferencia del problema del aceite, la súbita escasez de manteca obedece a la crisis estructural que, desde hace años, castiga a la industria láctea a lo largo de toda la cadena. Es decir, desde los productores primarios hasta las industrias.
Manuel Ocampo, director de la Asociación de Productores de Leche (APL), precisó que “el año pasado generamos 11,2 millones de litros, apenas 0,5% más que en el año 1999, cuando otros países incrementaron la producción un 40% y hoy están al mismo nivel que la Argentina pero con la mitad de empleos”.
El problema es que, “por cuestiones climáticas, en lo que va del año la producción se desplomó casi un 25%, esto generó que los excedentes de leche quedaran muy justos. Y como la manteca es un subproducto que se hace con la grasa de la leche, al haber menos materia prima, sí o sí cae la producción”.
Desde la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas Lácteas aseguraron que en 30 días, cuando haya crecido el pasto en los campos y mejore la alimentación de los animales, la producción se recuperará.
Sin embargo, Ocampo advirtió que la crisis está instalada y “podrá repetirse ante cualquier nuevo problema climático”.
El principal problema es que la "maquinaria" generadora de leche, que es el rodeo vacuno, está cayendo en picada.
"Hasta hace unos años, cuando los productores estaban en apuros, vendían las vacas a un tambo más grande y competitivo. Ahora que los costos se dispararon y que no hay rentabilidad, ningún tambo compra animales y las vacas terminan en el frigorífico”, apuntó Ocampo.
Según datos del Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA), la Argentina contaba con 2,2 millones de vacas lecheras en 2012. Para este 2016 se estima que quedarán 1,7 millones. Es decir que en apenas cuatro años se habrá perdido el 22% del rodeo.
Frente a este cuadro, el organismo pronostica que de las 58.000 toneladas de manteca que se elaboraron en el país en 2012, este año se producirán apenas 42.000, un derrumbe del 27%.
En este contexto, cayeron como un trago amargo las palabras de Buryaile, quien afirmó que había una decisión deliberada de la industria de “producir menos leche” y que si bien coincidía con el planteo de la menor rentabilidad de los tamberos, adelantó que “no podemos hacer que le cierren los números a costa de plata que no tenemos”.
“Hay faltante de manteca porque los productores decidieron producir más queso, que es más rentable. Nosotros no nos podemos meter en esas decisiones, que son privadas del productor", agregó el ministro.
La postura de Buryaile es abiertamente opuesta a la que tenían funcionarios de la anterior administración, como Ricardo Echegaray o Guillermo Moreno, partidarios de unfuerte intervencionismo para garantizar lo que llamaban la "mesa de los argentinos".
Si bien estos controles durante la era K fueron sinónimo de distorsiones, los productores tampoco se sienten cómodos con la estrategia que plantea el macrismo, de dejar a la industria librada a su suerte.
Para Ocampo, la situación actual –en la que la falta de manteca es la punta del iceberg- podría haberse evitado.
“Para comenzar, deberían haber generado una comisión para hacer un diagnóstico profundo del sector lácteo y relevar los serios problemas de competitividad. Hasta el momento, nada de esto se hizo”, apuntó.
En segundo lugar, cruzó a Buryaile, al asegurar que “por más que la actual sea una herencia de la anterior gestión, este Gobierno sí se tiene que hacer cargo de los problemas de esta industria estratégica”.
“El macrismo debería crear un Fondo de Reparación Histórico, considerando la continuidad jurídica del Estado, que debe corregir el daño, profundo y extendido, causado por el gobierno anterior”, concluyó Ocampo.