El mismo día se adelantó el acuerdo con el Fondo por un monto más alto al esperado y se firmó el decreto que habilita un plus de hasta 5% en los salarios para evitar el paro. ¿Son compatibles ambas decisiones? Sí, pero al costo de más inflación y menos reformas. A ese precio, el gradualismo sigue.
El Gobierno dejó ahora bien en claro lo que ya algunos sospechaban desde un principio: recurrió al FMI para conseguir más plata y no tener que hacer un ajuste más duro. Así que le prometió que achicará el déficit, pero no que reducirá el gasto: en verdad que la mayor parte del esfuerzo de cerrar la brecha entre ingresos y egresos consistirá en usar al mango la devaluación y la inflación, que de partida fortalecen los primeros y deterioran los segundos.
Hacer los dos anuncios el mismo día tenía su lógica: Macri necesitaba dejar en claro que lo más importante a sus ojos sigue siendo el crecimiento, evitar que la economía entre en recesión. Aunque eso se logre permitiendo que los precios sigan su escalada. Además necesitaba desmentir la acusación más extendida que recibió por su actitud en el tema tarifas: que se niega a escuchar a sus adversarios y críticos. Esta vez se adelantó a ceder ante la CGT. Para que se sepa que si ella hace de todos modos el paro general que viene barajando no será porque el gobierno no intentó todo para evitarlo.
En suma, no es tan cierto que endureció su política económica. El gradualismo y la heterodoxia aún animan sus pasos, porque son todavía válidas las razones políticas que lo llevaron a optar por ese camino al comienzo del mandato: sabe que hay muchos riesgos en un ajuste recesivo, que le podría hacer perder la poca ventaja que le lleva a sus competidores peronistas. A lo que se suma ahora la presencia cada vez más amenazadora de Hugo Moyano, al que necesita mantener aislado de los demás gremialistas. Para lo que tiene que convencerlos de que al oficialismo le interesa tanto como a ellos cuidar el poder adquisitivo de los sueldos.
Igual los próximos trimestres serán duros. El consumo va para abajo y el parate en la toma de créditos para la compra de bienes durables y propiedades va a durar un tiempo. Pero la expectativa oficial es que en primavera lo peor haya pasado y para fin de año la economía de vuelta esté creciendo, aunque sea un poco.
Se habrá comprobado así que la crisis pudo superarse con algo de ajuste fiscal pero sosteniendo lo esencial del programa anterior, obra pública, crédito al consumo y protección del nivel de empleo y del salario. Más que abandono del gradualismo, gradualismo recargado, “acelerado”, dice Marcos Peña.
La meta que se habrá sacrificado es, claro, la inflacionaria. ¿Quién va a reprochárselo? ¿Adónde lo conduce esta fórmula? Los economistas ortodoxos dirán que al punto de llegada.Cuando concluya el 2018 y empiece el año electoral estará más o menos como a fines de 2015, con una tasa de inflación de entre 25 y 30%, una economía con serios problemas de competitividad y muy escaso atractivo para los inversores. En tanto los opositores peronistas le criticarán que se quedó a medio camino, sin el pan y sin la torta: ni logró estabilizar la economía ni logró un crecimiento robusto.
Pero dadas las circunstancias el gobierno respirará aliviado si recupera algo de aire para su argumento centrista: al menos habrá terminado el ajuste de precios relativos y la recomposición de mercados que el kirchnerismo obstruyó o desmanteló; un piso sobre el que plantearse y plantearle a la sociedad la pregunta de cómo seguir adelante, qué cambios que no pudo hacer en su primer mandato Macri podría concretar en el segundo.
Mientras tanto uno de sus mayores desafíos será sortear los peligros que supone haber mal herido y puesto bajo asedio al clan Moyano, una casta de por sí peligrosa, cuya inclinación a la guerra sin cuartel se incrementó en el trance que le toca vivir, convengamos, no tanto porque el gobierno lo haya puesto bajo la mira como por su propia e incontenible voracidad. Sus amenazas de repetir la reciente experiencia brasileña, con un paro prolongado de camionerosbloqueando rutas y accesos a las ciudades tuvo un pequeño ensayo en martes pasado cuando se cruzaron acoplados en varias autopistas y avenidas de Buenos Aires. El contexto cree que lo ayuda: con el malhumor reinante, parte de la sociedad tal vez vea que el culpable del caos resultante no es ni el gremio camionero ni la desesperación de la familia que lo conduce por evitar la cárcel, sino la “insensibilidad” y la “sordera” de Macri.
Aunque, para alivio de este último, por más que el paro general finalmente se haga, hay algo en lo que todavía están de acuerdo el gobierno y la mayoría de los gremios: no conviene volver para atrás en la historia que ambos tienen con Moyano, porque convivir con él, igual que con Cristina, es muy difícil, sino imposible: ellos o son reconocidos como jefes o no encuentran lugar en el mundo que los satisfaga, y se vuelven cada vez más disruptivos.
Con el Fondo sosteniendo la confianza financiera, y la CGT negociando una paz social aunque sea precaria, ¿será esa la batalla política que el gobierno privilegie en los próximos meses? Puede que hasta nos entretenga más que el Mundial.
Fuente: TN