Habíamos llegado un día antes, después de un viaje de odisea, a su escuela en el paraje El Trementinal, en la provincia de Salta. En ese viaje, desde la ciudad de Orán hasta esa escuela en la frontera con Bolivia, habíamos acompañado al maestro Víctor Albarracín mostrando los innumerables obstáculos, de un camino imposible, que obligaban a cruzar de país para tomar un camino boliviano hasta la altura de la escuela y, de ahí, volver a cruzar el río Tarija en chalana (canoa precaria de madera). El viaje terminó después de caminar más de dos kilómetros por la selva hasta llegar a la escuela.
Rosa Caridad Brandan llegó un día después. Como Víctor dejó su vehículo en medio de un pastizal boliviano, esperó a que alguno de sus alumnos la fuera a buscar en Chalana desde la Argentina.
Ella también fue parte de nuestra nota. Rosa tenía 34 años, era coordinadora del secundario y dio un mensaje claro: habló del desamparo, la pobreza y, sobre todo, de los problemas que genera estar en la Argentina, pero desconectados del propio país. Porque en esa zona donde hay varias comunidades, entre ellas Madrejones y Media luna, no existe ningún camino de acceso, a pesar de estar a muy pocos kilómetros de General Mosconi.
En su denuncia, Rosa explicó que varias mujeres de la zona no tienen DNI y están condenadas a no poder salir nunca de los parajes donde viven. Dos semanas después de realizar este informe y a pocas horas de que saliera al aire, Rosa murió.
La noticia no tenía sentido. Ella estaba llena de vida, de sueños y de proyectos. Pero era cierto, Rosa había muerto víctima de hantavirus en un hospital de Salta capital.
El hantavirus se transmite cuando la persona tiene contacto directo con la orina del roedor infectado. Según las autoridades de salud de la provincia esas chalanas, que cargan comestibles y agua, son un foco de infección: durante los últimos días murieron cinco personas, incluida Rosa.
Si hubiera existido el camino, que tendría que haberse construido hace muchos años, hoy Rosa estaría viva.
Hace 12 años conocimos esa zona por primera vez. Volvimos hace dos años y ahora regresamos a trabajar en esa zona por tercera vez. La problemática siempre fue la misma, pero las soluciones nunca llegaron.
El maestro Víctor Albarracín comunicó la muerte de su compañera a las autoridades provinciales pidiendo que alguien vaya a fumigar la escuela y las chalanas.
Solo le mandaron un pequeño rociador y algunos pocos frascos de veneno para que él mismo se dedicara a fumigar la zona.
Mientras tanto, pasan los años, ellos siguen olvidados y algunos ya no están.
Fuente: TN