La máxima autoridad de la Iglesia local, el arzobispo Mario Cargnello, habló por primera vez sobre los abusos sexuales de sacerdotes. En ese marco, se refirió al caso del cura Eduardo Balbi, quien está siendo investigado por la Justicia federal por casos de trata. Lamentándose por las víctimas y los escándalos, aseguró que esto sirve para replantearse las formas en que la Iglesia encaró las denuncias. Incluso, admitió que le gustaría poder derivar todas las denuncias que reciben a la Justicia civil. Indicó que los religiosos del país están limitados por el Concordato del 66. Para ello, señaló, habría que modificar el acuerdo entre la Santa Sede y el Estado argentino. Luego de que derivara a la Justicia federal las graves denuncias por abuso y red de trata que involucran al cura Balbi, explicó quién es ese sacerdote.
¿Hay antecedentes internos en la Iglesia de denuncias por abuso contra el cura Balbi, como se dice?
Cuando llegué al Arzobispado, él estaba en Villa Primavera, en el 99, y se fue en el 2001. Me había hablado ya antes de que se quería ir a Estados Unidos porque él ha sido muy viajero. En Estados Unidos estableció vínculos con no sé qué párroco. Él fue capellán, y en el interín murió el padre Martearena. Eran muy amigos y fue el último que lo vio. Me parece que investigaron algo por esa línea como hipótesis y después se descartó porque no había ningún vínculo.
¿Por qué decidió llevar el caso Balbi a la Justicia?
Por una razón muy simple, el proceso nuestro, de cómo obrar, ha sufrido una aceleración impresionante en esta última década. El gran promotor de que hay que poner los ojos en las víctimas ha sido Benedicto XVI. Ahí aprendimos a tipificar estas cosas como delitos, porque antes se las consideraba como pecado. A partir de la celebración del Año Internacional del Niño, toda la humanidad fue creciendo en la conciencia de los derechos del niño y ha emergido que estos problemas puedan ser delitos. ¿Es verdad que usted no lo dejó volver a Balbi a Salta?
Sí, porque supe que tenía problemas de conducta pastoral, pero en aquel momento no sabía de los abusos.
¿Qué concepto tiene de Balbi?
Yo tenía la imagen de que era un liero, que era muy imprudente, un inmaduro absoluto. A mí me decían que hablaba mal, que tenía actitudes incompetentes, que era un guarango, que a los jóvenes le mostraba fotos de mujeres, pero no se hablaba de pedofilia. La única noticia cerradita como noticia fue cuando se enojó con la gente del municipio y cerró la parroquia en plena fiesta patronal. Hubo un vecino que me hablaba de “se dice que”, pero no trajeron ningún testigo. Yo pedía la punta del hilo. Lo que no me acuerdo es que me hayan hablado de un hijo. Es para sospechar de que no podría ser hijo de él, según lo que dijo la jueza Rahmer, que el padre ya se presentó a hacerse el ADN. Si con tanta prontitud se ofreció al ADN, pensé que debía ser que no era el padre. Son deducciones personales en las que me puedo equivocar. Vos podés saber algo, pero para convertirlo en un testimonio que tenga validez jurídica tiene que recorrer un camino que es probarlo.
El cura Pezet pudo tirar del hilo en el caso Lamas, y de una primera denuncia llegó a otras.
Pero porque él vive ahí, y porque un testigo habló, si no ¿qué hilo podés tirar? ¿Por lo que se dice? No podemos extorsionar, porque la gente tiene derecho a considerar que estoy haciendo abuso de conciencia si lo presiono. ¿Qué derecho tengo? Pedí que me trajeran testigos, estoy dispuesto a recibir a quién quiera. Yo no me cierro.
¿Cuál es la diferencia del caso Balbi con otros casos que no llegaron a la Justicia, como los de Lamas o Aramayo?
Porque las otras causas eran delitos privados. Ahí también estamos limitados porque la Santa Sede juzga estos casos. Para hacerlo más eficiente se lo deriva a la Congregación de la Doctrina para la Fe. Hoy por hoy, se ve que no hace a la eficiencia que esté concentrado en una sola congregación y por eso el Papa llamó a una reunión para febrero de 2019 a todos los presidentes de la Comisión Episcopal del mundo. Allí tratarán cómo ser más eficientes en el tratamiento de estas cuestiones. Ahí, supongo, se le dará más autoridad a las diferentes diócesis y habrá que establecer el vínculo con el poder civil. Por ejemplo, en Estados Unidos es distinto. Allí, inmediatamente lo mandan a la Justicia civil. En la carta se plantean problemas que son muchos más amplios y que nos exceden. En este proceso de crecimiento como iglesia, gracias al documento del Papa se permite la constitución de tribunales en las distintas Diócesis. Antes en la Argentina había seis. Si nosotros teníamos que tramitar un caso como este había que mandar a Tucumán y esperar. Era un solo tribunal para atender diez Diócesis del noroeste argentino. Al haber constituido un tribunal aquí, al tener gente preparada, como Loyola, tenemos mayor agilidad.
¿No sería más eficiente llevar todos los casos de abusos a la Justicia?
Hablando con algunos abogados y gente del tribunal y les dije, que para mí, a esta altura del partido, habría que ir a la Justicia civil. Espero que la Iglesia avance en este sentido. Fui a verlo a Balbi a Estados Unidos porque me habían invitado a una reunión de un grupo que era en la zona donde estaba él. El obispo de ahí me decía que ellos tienen tantos problemas que no hay parroquia donde él no tenga que ir a pedir perdón por estos problemas. Allá los problemas eran muy fuertes, y me contó que ellos estaban obligados por ley, si se enteraban de una denuncia le daban 72 horas para entregarlo a la Justicia. A mí me tocó vivir esto en Orán, cuando en la Semana Santa saltó el caso de abuso de un sacerdote italiano, Renzo Ferrazo, que había sido compañero mío. Gracias a Dios, quien tomó cartas en el asunto fue la Justicia civil. Lo que yo dije aquella vez fue: “No voy a mover un solo dedo y que nos sometamos a lo que la Justicia civil”. Había presiones de “no, al padre tal, como puede ser si ha hecho tal y tal cosa”. A tal punto que les dije: “Che, ¿quién es el pobre en esto?”. Yo aún era administrador de la Diócesis de Orán. Gracias a Dios Ferrazo renunció, porque si no lo iba a tener que sacar.
¿Qué se necesita para comenzar a obrar como en Estados Unidos y que en Argentina la Iglesia denuncie los casos de abuso?
Hay que revisar esa cláusula que tiene que ver con el Concordato. Y me parece que algo se va a avanzar en la reunión que tendrá el Papa. No sé si estoy expresando un deseo o es algo que ocurrirá. La relación de la Santa Sede con Estados Unidos es distinta. No te olvides que Estados Unidos es un país protestante, el estatus jurídico de la Iglesia Católica en ese país es distinto. En el caso de la Argentina, la Iglesia Católica es una institución fundacional, es previa al Estado. El Estado comienza a ser en 1816, y ya la Iglesia preexistía.
¿Aramayo volverá al sacerdocio en unos meses?
Dos años han pasado desde que se hizo el juicio que pudo haber sido benévolo. A él no se le suspendió el ejercicio, pero no significa que pasados los dos años yo le voy a volver a dar la parroquia y el colegio. Con las denuncias que tiene no puedo, sería suicida.
¿Qué siente con los casos de abusos eclesiásticos?
Impotencia, y mucha. Porque vos decís: ¿qué se pretende con todo lo que hemos hecho? ¿Qué buscamos?. Ha sido un año muy duro, pero por otra parte, gritan las víctimas, la sociedad, y el que grita es el Señor que nos invita a repensar el paradigma de lo que es ser sacerdote. No somos impunes, somos seguidores de un Señor que ha servido muriendo en la cruz. Hay que repensar nuestra manera de pararnos ante la sociedad, se nos tienen que caer ciertos paradigmas, porque está el abuso sexual, el abuso de poder, el abuso de conciencia. Uno es administrador, tiene que rendir cuentas de la plata, del poder y de qué hago como cura. Y, por supuesto, de este pecado que es humillante.
Hace 50 años no había un especialista en derecho canónico en la iglesia local según Loyola...
Y no, si aquí todo lo manejaba Martearena que estudió derecho pero no se recibió. Estuvo en Salamanca pero no obtuvo el título o al menos no lo encontré. Cuándo murió Martearena me pidieron que haga el currículum, tuve que investigar y buscar. Loyola es perito y el otro es Manzaráz que no es muy afecto al ejercicio del derecho. Después, gracias a Dios, se unió Lix Klett. El país ahora también tiene mucho más especialistas en derecho, en teología. Aprendimos porque tenemos primero gente más preparada. El Tribunal es de una fidelidad increíble.