Un nuevo escándalo involucra a la iglesia salteña. Ahora Cristian Vizgarra quiere saber si Abel Eduardo Balbi, el exsacerdote de Joaquín V. González es su padre. Ya inició el juicio de filiación y asegura que "todo el pueblo apaña a la iglesia". Los constantes juicios morales habrían provocado incluso la muerte de su madre. Una historia que su familia quiso borrar, "pero son cosas que no se borran, vuelven y cuando vuelven, pegan duro", aseguró.
Cuando uno llega al pueblo y pregunta por el sacerdote, los comentarios y los gestos se repiten: "Ah sí, ese cura hizo desastres..." o "tiene un hijo que anda por ahí... es igualito"; las risas- como si hablaran de anécdotas-, también se replican una y otra vez.
Cristian tiene 26 años, desde que es niño y aún hoy, es señalado como "el hijo del cura". Pero recién ahora, luego de la muerte de sus abuelos, decidió salir a la luz. "Al ver que no había respuesta inicié un juicio de filiación... al ver esto decidí ir hasta el final", advirtió refiriéndose a las violentas respuestas que obtuvieron sus intentos de acercamiento; y casi como pidiendo perdón agregó: "Yo lo lamento por los fieles de la Iglesia Católica, pero hay muchos miembros de la iglesia que no tienen el comportamiento que deberían tener".
Nélida Vizgarra, mamá de Cristian, tenía 26 años, "mi misma edad" resaltó el joven, estaba por recibirse de profesora de Lengua mientras trabajaba de secretaria de la iglesia del pueblo cuando se quedó embarazada. El parto se le complicó por una hemorragia, y mientras era trasladada a Salta, Cristian nació en Metán. "Ella pasó grave a Salta, y duró un día y medio, yo nací el 22 de diciembre, y ella falleció el 24 a la mañana, antes de Navidad. Siempre esa fecha es de dolor", contó mientras disimulaba sus lágrimas tímidamente.
A Nélida le dieron a elegir entre su vida y la de su hijo. Y ella "dio su vida para salvar la mía; parece que ella trató de ocultar el embarazo por vergenza, eso provocó una hemorragia y la llevó a la muerte", denunció. Según lo que el joven pudo saber mediante allegados a su familia, su madre quiso contactarse con el sacerdote en vísperas de su muerte. "A él le dio lo mismo que ella hubiese muerto, y me dejó así. Cómo siendo una persona de la iglesia que supuestamente tiene como prioridad la vida, me abandona al fallecer mi madre... eso es inhumano", expresó enojado.
La historia oculta
Luego de la muerte de su madre, su familia materna intentó olvidar todo lo ocurrido y sus abuelos lo criaron como sus padres. "Yo pensaba que mi mamá era mi hermana", contó. Si bien creció escuchando "rumores malos intencionados", el joven nunca enfrentó a sus abuelos, "por respeto, ya habían sufrido mucho". En la adolescencia sus abuelos le contaron una media verdad, le dijeron quién era su madre y cómo había fallecido, pero no le dijeron quién era su padre. A pesar de haber escuchado relatos de amigos de la familia por varios años, lo que finalmente empujó a Cristian a buscar al sacerdote fue la enfermedad de su abuela. "Ella estaba muy mal, y yo sentía que me estaba quedando solo...". Desesperado, el joven llegó a Salta, fue hasta la catedral y al Arzobispado, pero no pudo ubicar al cura. El único contacto que consiguió fue una casilla de e-mail. "Le escribí diciéndole que yo era su hijo... bah, él ya sabía que yo era su hijo, pero le dije que necesitaba hablar con él, y su respuesta fue enviarme a una señora a hacerme problemas. Yo fui con respeto y me mandó una señora a hacerme problemas", recordó el joven.
Los “soldados de Balbi”
El sacerdote tejió ciertas “amistades” que actúan aún hoy como soldados, protegiéndolo ante cada intento de Cristian por contactarlo. Elena Londero fue la amiga que envió Balbi a la casa de los Vizgarra, se presentó pidiendo hablar con “la abuela”. Ante el estado delicado de salud en el que ya esta su “madre”. Cristian le negó el encuentro, molesta, la mujer no se retiró sin antes plantar algunas “dudas”: “Me dijo que mi papá era un policía, y me puse a buscarlo, y son tantas ironías de la vida que dicho policía es un vecino y amigo mío, y no nos parecemos en nada, no tenemos ningún vínculo”, rememoró molesto. “Hay varias señoras que tienen el número de él, se los pedí, pero la respuesta es que al número no se lo daban a nadie, son señoras que frecuentan mucho la iglesia, en este pueblo nadie se atrevería a enfrentar a la Iglesia Católica, o a sus miembros...”, denunció desde la plaza del pueblo.
Cristian se limitó a contactar directamente a Balbi, sin embargo, algunos allegados que conocen su historia se lo habrían comunicado a diferentes autoridades eclesiásticas, pero sin éxito alguno. “Les comentaron mi situación a los curas que pasaron por aquí y jamás le dieron importancia, inclusive creo que hasta el obispo sabía”, lanzó.
El joven asegura que además de su identidad, también lo moviliza limpiar la imagen de su madre: “La señalaron mucho tiempo por haber estado con Balbi, yo no la juzgo... sí me dolió, y estuve mucho tiempo sentido, pero ella ya no está. Siempre la juzgaron, y ella dio la vida por mí, y él se fue”, continuó armando el relato que todo el pueblo sabe y calla.
Familia paterna
Cristian vive solo en la casa de sus abuelos, trabaja de lo que “aparezca”, pero algunas “changas” se frustran porque confronta con quienes lo llaman “hijo del cura”. “En algunos trabajos siempre me señalan, no puedo estar tranquilo, da bronca, y hay veces que es mejor dar un paso al costado... para evitar problemas”, aseve ró.
Como todos se conocen, llegar a la casa de los Vizgarra no fue difícil. La referencia a la que más apelan los pueblerinos son los abuelos de Cristian y lo “buenos que eran”. Su nieto, siendo protagonista de una historia trágica, es testimonio de la educación recibida: “No me gustaría que por las cosas que hizo él señalen a su familia... como hicieron con la familia de mi mamá”, pidió. El vínculo con quienes serían su familia paterna es uno de los puntos dónde el joven se quiebra. “Me hubiera gustado conocer a sus padres, sé que la madre falleció en Iruya en el 2010”, señaló entre llanto por la abuela que nunca conoció. Al enterarse sobre su supuesta familia paterna, el joven analizó la posibilidad de irse hasta Iruya, pero luego se arrepintió, “por respeto, no sé como lo tomará su familia”, indicó, aunque por otro lado agregó: “Si él no quiere tratar conmigo me da igual... pero quiero tratar con su familia”, pidió.
A Cristian no solo le duele la ausencia del sacerdote, sino también el modo en que manejó las cosas. “No tuvo valor, hubiese mandando a un amigo de él que preguntase alguna vez por mi. Duele el rechazo, pero me quedo tranquilo porque nada queda impune en esta vida, hay una sola... Él debería haber dado un paso al costado de la iglesia y tomar sus responsabilidades como hombre, pero prefirió que mi madre fuese señalada y que yo fuese juzgado desde chico hasta hoy en día, por ser su hijo...”.
No fue fácil conseguir los dos testigos que solicitó la Justicia para dar inicio al juicio de filiación, pero el joven consiguió el testimonio que faltaba. Aunque, fuentes judiciales aseguraron que al ser demandado un sacerdote,” se podría haber invocado el don de cura que en un pueblo suele “tener mucho peso sobre las almas”.