Una serie de prácticas comunes dentro de la Iglesia para lograr la impunidad de los curas pedófilos y encubrirlos fue descubierta por el gran jurado que trabajó durante dos años analizando documentos eclesiásticos en las diócesis del estado de Pensilvania. En el documento, de más de 1500 páginas, se revela cuál era el manual para la protección de los agresores y el mantenimiento del secreto sobre sus conductas aberrantes.
La primera de las reglas era usar eufemismos y no palabras reales para describir ataques sexuales en los documentos internos. Nunca decían "violación" sino "contacto inapropiado" o "cuestión de límites".
Segundo, no realizaban investigaciones con personal capacitado. En lugar de eso, asignaban a la investigación otros sacerdotes que hacían preguntas inadecuadas y sacaban conclusiones parciales sobre la credibilidad de los colegas con los que vivían y trabajaban.
Tercero, para dar una apariencia de integridad, enviaban a los sacerdotes a hacerse evaluaciones en centros de tratamiento psiquiátrico administrados por la misma Iglesia. Los expertos de estos centros diagnosticaban si el religioso denunciado era un pedófilo, basándose principalmente en los informes de los propios cura acusados, sin considerar si habían tenido verdaderamente contacto sexual con un chico.
Cuarto, si el cura tenía que ser apartado, no decían cuál era la verdadera razón. Les decían a los fieles que estaba de licencia por enfermedad, o que tenía un problema nervioso. En ocasiones, no informaban nada en absoluto.
Quinto, aún si comprobaban que un sacerdote estaba violando chicos, mantenían el pago de sus gastos de vivienda y subsistencia, incluso cuando podía estar usando esos recursos para continuar con los abusos.
Sexto, si la conducta del abusador se hacía pública en la comunidad, no lo removían de su puesto para asegurar que no hubiera más víctimas. En lugar de eso, lo trasladaban a otra parroquia donde nadie supiera que era pedófilo.
Por último, no lo denunciaban a la policía. No lo trataban como un criminal, sino que lavaban los trapos sucios dentro de la institución.