En Argentina las mujeres tienen ingresos 24,5% inferiores a los varones. El 8 de marzo, Día de la Mujer, se lucha, se marcha, se demanda y, todavía, muchas personas se preguntan por qué. Las mujeres pierden un cuarto del dinero que podrían ganar, invertir, ahorrar, disfrutar y repartir por ser mujeres. ¿No es una razón, 24,5% de razones, más que suficientes?
La lucha de las mujeres no es inocua. Hoy más mujeres trabajan y más lo hacen en fábricas, trenes y puestos que antes solo eran admitidos para varones. Esos logros no llovieron, se lograron pidiendo mayores derechos. Y el derecho a ganar lo mismo todavía es una de las razones por las que una de las consignas de Ni Una Menos es “la deuda es con nosotras”.
La brecha salarial en Argentina es del 27,7%. Si el porcentaje no es lo suficientemente claro (y doloroso) hay que pensar que si un varón termina de trabajar el 31 de diciembre y se puede tomar vacaciones una mujer debería trabajar hasta el 8 de enero con un extra de 10 horas más (8 días y 10 horas extras) para llegar a ganar lo mismo que ellos, solo en un mes.
El tiempo, el esfuerzo y el dinero no son iguales. “Estas desigualdades se agravan en el caso de las trabajadoras informales. Ellas perciben un 34,5% menos que sus pares varones, por lo que sus ingresos son los más bajos de toda la economía”, advierte el informe “Más mujeres para el desarrollo argentino”, publicado, en febrero del 2023, la Mesa de políticas económicas con perspectiva de género y diversidad del Ministerio de Economía de la Nación.
La informalidad laboral no es menor cuando -siempre- las mujeres la sufrieron más que los varones. Ahora las empleadas sin aportes jubilatorios, ni obra social alcanzaron el 39,4% (casi 4 de cada 10 trabajadoras) y, en los varones, también es alta, pero, de todos modos, es más baja que en el caso de las asalariadas sin recibo de sueldo ni constancia de empleo (35,7%), en el tercer trimestre del 2022.
La inflación arrasa con las pretensiones de igualdad. Las mujeres no participan, mayoritariamente, aunque sí se puede ver a más sindicalistas y trabajadoras de oficios que antes eran exclusivamente masculinos, en los empleos y gremios en donde se pelean y consiguen las paritarias más fuertes que buscan empatarle a la remarcación de precios. Un ejemplo es la industria.
A pesar de que la tecnología permite el ingreso de chicas sin importar la fuerza (que siempre fue considerada patrimonio masculino) la tradición pesa -salvo excepciones- y la marca Made In Argentina todavía tiene mucho que mejorar en la productividad de la igualdad de género. Aunque, por ejemplo, la incorporación de mujeres en Industria Guidi muestra que, si se quiere, se puede.
“La producción e industria son rubros altamente masculinizados. Los varones tienen mayor participación en las ramas más dinámicas y en puestos técnicos o de toma de decisión, con mayores ingresos y niveles de formalidad. Según datos arrojados en el 2do trimestre por la EPH-INDEC solo el 36,0% quienes participan en el sector son mujeres. La brecha salarial es de 30,1%, con un ingreso promedio de los varones de $69.657,2 versus $48.692,7 para las mujeres”, destaca la investigación de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género (DNEIyG), elaborado por Sol Prieto, Lucía Gutiérrez, María Eugenia Fernández Scarlato, Alan Mendoza, Luciana Kirjner y Celina Santellán.
Entre las trabajadoras de casas particulares las mujeres son abrumadora mayoría (97,5%), pero, en cambio, son solo el 36% en la industria manufacturera y el 38,1% de la industria del conocimiento. Una trabajadora de casa particular cobró, en promedio, en el 2022, $23.143 pesos y un varón que trabaja en la industria del conocimiento ganó $108.796.
La desigualdad no es solo cuánto se gana, sino qué trabajos están designados para varones y mujeres y qué barreras se ponen a la hora que las jóvenes accedan a oficios más rentables y tradicionalmente masculinos. La igualdad no se derriba sola. Hay que abrir las puestas para que las chicas puedan entrar a un mundo laboral más protegido y mejor remunerado.
El 8M no está hecho para tirarse flores, sino para exigir más derechos (y más dinero para lograr mayor independencia y autonomía). Pero el avance del feminismo en Argentina generó un hito importante (aun con las contradicciones de un país siempre en sensación de quiebra): las mujeres hoy trabajan más que nunca en la historia del país. Son más las que salieron de su casa y vuelven sin tener que pedir a nadie con qué pagar sus cuentas.
La tasa de empleo femenino, en el tercer trimestre del 2022, fue del 47,1%. “Sin embargo, las brechas por motivos de género persisten. Las mujeres siguen teniendo mayores niveles de informalidad y se siguen insertando en las ramas de actividad más precarizadas. En el segundo trimestre de 2022, casi 4 de cada 10 mujeres se encontraba empleada en sectores relacionados con el cuidado y la reproducción de la vida”, advierte la DNEIyG.
Un dato de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) marca que cuando se mide el desempleo femenino no se lo mide bien porque hay mujeres que quieren trabajar aunque no lo digan (y no aparezcan como desempleadas). En el informe New data shine light on gender gaps in the labour market, se remarca que el 15% de las mujeres quieren trabajar pero no tienen trabajo (eso mismo le pasa al 10,5% de los hombres).
¿Avances? Nos los deben. “Esta brecha de género se ha mantenido prácticamente invariable durante dos décadas (2005-2022). En cambio, las tasas mundiales de desempleo de mujeres y hombres son muy similares, porque los criterios utilizados para definir el desempleo tienden a excluir de forma desproporcionada a las mujeres”, marca la OIT.
En Argentina la desocupación sub 29 fue uno de los mayores problemas de género. Esa marca mejoró (y las mejoras no llueven, se logran porque se luchan) pero la desigualdad subiste: la desocupación de las jóvenes es del 16,6% (llego a ser del 25% en el conurbano bonaerense) pero sigue siendo más alta que la de los chicos (14,3%), en el tercer trimestre del 2022, según datos procesados por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA).
En el informe “El 8M en perspectiva económica: de las brechas de género como desafío estructural, a las herramientas presupuestarias como forma de avanzar (2019-2022)”, del CEPA, sentencian: “Las mujeres ganan menos, poseen menos riqueza y destinan mayor porcentaje de sus ingresos al pago de impuestos vía impuestos indirectos -y regresivos- como el IVA”. Menos plata, pero más perdidas. No es negocio.
La gran causa por la que las mujeres no pueden (ni) buscar trabajo (aunque quieran trabajar) es porque tienen que llegar a la puerta de la escuela en horarios en que ninguna oficina cierra o una fábrica baja sus persianas. Cuidar y trabajar a veces son misiones imposibles de combinar en una misma vida y, otras, son un laberinto constante en donde las mujeres se pierden o pierden buena parte de su vida (o materna o laboral) por tomar dos senderos difíciles de combinar.
Pero el tema es que todas las mujeres trabajan y que las que solo cuidan también trabajan (aunque no reciban un sueldo) mientras que las que trabajan afuera y adentro del hogar hacen doble tarea (y salen perdiendo, no ganando, en términos monetarios). Sin embargo, su aporte tiene gran importante para la producción nacional.
“El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado (TDCNR) representa un 15,9% del PIB y es el sector de mayor aporte en toda la economía, seguido por la industria (13,2%) y el comercio (13%)”, señala el informe “Los cuidados, un sector económico estratégico”, que elaboró la Dirección de Economía, Igualdad y Género, del Ministerio de Economía, en el 2020.
En la investigación se destaca: “Las mujeres realizan más del 75% de las tareas domésticas no remuneradas. El 88,9% de las mujeres participan de estas tareas y les dedican en promedio 6,4 horas diarias. Mientras tanto, sólo el 57,9% de los varones participa en estos trabajos, a los que les dedican un promedio de 3,4 horas diarias”.
Si las mujeres consiguen trabajo, de todos modos, eso no es sinónimo de lograr el mejor puesto de trabajo al que puedan acceder por su voluntad, talento y capacidad. Las mujeres sienten que no tienen las mismas oportunidades de ascenso a puestos directivos en comparación con los hombres y tienen 1,4 veces más probabilidades de sufrir discriminación, acoso o microagresiones en el trabajo en comparación con los hombres, según señala una encuesta de la consultora Bain & Company sobre Diversidad, Equidad e Inclusión (DE&I), entre 5.000 personas, en Argentina, Brasil, Colombia y Chile.
Y gran parte del problema es que para los hombres no es un problema. Mas del 70% de los y las encuestadas valora la inclusión a la hora de elegir una empresa donde trabajar, pero el grupo que menos importancia le da es el de los varones argentinos, blancos u heterosexuales. “Es el grupo que que menos valoró la inclusión entre los países y recortes analizados”, delata la consultora Danger. El 8M es necesario reclamar para que sigan escuchando.