SOCIEDAD

Vallistos claman por la vuelta de técnicos despedidos de la SAF

Don Ismael Burgos, pequeño productor agropecuario de los Valles Calchaquíes salteños. Foto: El Tribuno
Don Ismael Burgos, pequeño productor agropecuario de los Valles Calchaquíes salteños. Foto: El Tribuno

Son 18 personas que trabajaban en toda la provincia y fueron despedidos a raíz del ajuste.Las comunas, funcionarios, empresarios y pequeños productores se suman al reclamo.

Se suman los pedidos por las reincorporaciones de los 18 técnicos despedidos de la oficina salteña de la Secretaría de Agricultura Familiar de la Nación (SAF).

Ante el pedido concreto del intendente de Cafayate, Fernando "Casita" Almeda; el senador por San Carlos, Roberto Vázquez; la concejala del Frente Salteño de San Carlos, Sonia Magno; el intendente de Animaná, José Guaimás, y del consorcio de la cuenca de los ríos Chuscha y Lorohuasi, entre otros, El Tribuno decidió ir a recorrer el sur de los Valles Calchaquíes salteños y dialogar con los destinatarios de las acciones que realizaban los trabajadores.

Se trata de pequeños productores y emprendedores que se vieron beneficiados durante más de veinte años por técnicos, primero del viejo PSA (Programa Social Agropecuario) y luego de la SAF, desde temas clave como agua, riego, plagas, etc., hasta los más impensados, como cooperativas, asociaciones y estrategias de ventas y otras competencias de trabajo interdisciplinarios que solo el Estado puede realizar.

Es inviable que un ingeniero agrónomo, un geólogo o abogado, para dar un ejemplo, puedan ser contratados por el pequeño campesinado de nuestro interior profundo. El brazo del Estado llegaba hasta los parajes más inhóspitos de nuestra geografía con sus técnicos, pero ahora dejó de hacerlo, o, al menos, le dieron el tiro de gracia a mediados del mes pasado, cuando despidieron a los trabajadores. "Yo era muy chiquito cuando mi papá me trajo acá. Pero me acuerdo como luchó para traer el agua, que es la vida para estas tierras", dijo llorando Miguel Arcángel Cardozo, más conocido como "Alo", que tiene 68 años y vive casi solo en el paraje La Merced, a 20 km al norte de San Carlos, por la vertebral ruta nacional 40.

No puede explicar su tristeza si no es recurriendo a los recuerdos de su vida en ese paraje y, como siempre, la lucha estuvo dada en cómo llevar agua hasta su campo, de unas pocas hectáreas, en donde alterna maíz, vid, alfa, trigo, comino y pimiento.

No todos los años sembró todo eso; tuvo más tormentas que arcoíris. Cuando llegaron los técnicos le devolvieron las ganas de luchar porque tuvo de qué conversar, a quiénes contarles sus penurias agronómicas e hidráulicas, y en eso aportó su sabiduría para realizar un drenaje sobre el indomable río Payogastilla.

Hoy, el trabajo de llevar agua hasta sus surcos quedó trunco y se puede decir que Alo es duro, pero llora cuando recuerda a "los changos de la SAF", no solo porque no va a llegar el agua que soñó su papá sino porque dejó de trabajar junto sus "compañeros" de esa repartición.

Del otro lado, en San Carlos, la potencia de la Cooperativa Agropecuaria y Forestal aglutina a 43 pequeños productores, que ya son reconocidos por su pimiento, su pimentón y el comino, entre otros productos. Tienen un servicio de molienda y secadero, apenas a un kilómetro al norte del pueblo, que es digno de visitar.

Hoy corre peligro también todo ese proyecto ante la ausencia de los técnicos. "Nos dejaron huérfanos. Justo en un momento clave de la preparación de los terrenos para la siembra. Estamos en tiempo de definiciones y no sabemos a quién recurrir", dijo Griselda, que es administrativa.

Pimiento y comino

Los campesinos de la zona se dedican a sembrar el pimiento especial que se da en el Valle Calchaquí y su producción va a parar a la cooperativa. El pequeño dejó de pelear el precio con los grandes y ahora recibe la parte que le corresponde. Sin embargo, al día de hoy, en esta época del año, tiene que saber cómo va a preparar el campo, cuánto espacio destinará, qué semilla pondrá, si habrá plagas, heladas, cantidad de agua y tantas otras variables que solo los técnicos saben indicarles.

"Si contratamos a uno se nos van las ganancias. Además, ellos andaban campo por campo viendo y asesorando a cada uno. Ese trabajo de hormiga no lo veía nadie, salvo nosotros. Estamos en una etapa clave del año, en que no sabemos si vamos a sembrar o no", dijo la mujer poniendo en duda la cosecha que mueve a gran parte de la economía regional. Se sabe que si los pimentoneros no trabajan se cae la actividad.

Chiquitos, pequeños, mínimos son los lotes de los vecinos de San Antonio de Animaná. Sin embargo se volvieron gigantes y les cuestionan a dos familias tradicionales que absorben toda el agua del consorcio porque la proporción dictan que a más tierra más agua.

Entonces Ismael Burgos, que cría cabritos para venderlos a restaurantes de moda de Cafayate, tiene con sus vecinos solo una media hora de agua cada 15 días. No hay posibilidad ni de sembrar cactus. Entonces los técnicos se metieron en la problemática para medir los terrenos, regularizar el dominio y buscar una alternativa para que la distribución del agua superficial sea humanamente más justa.

 

Fuente: El Tribuno



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