Literalmente lejos de todo, en muchas comunidades originarias del Chaco salteño las fiestas de Navidad y Año Nuevo tienen otra connotación. Muchas veces no solo por una cuestión cultural, sino por las carencias que se viven por esas latitudes y por el abismo que los separa de los centros urbanos. No hay arbolitos ni adornos navideños, prácticamente es un día como cualquier otro. “Los chicos no esperaban a Papá Noel, porque él nunca llegó por ahí”, contó Daniel Pereira, un comunicador salteño, quien junto a su familia viajó hasta la comunidad de San Miguel y Santa Victoria Este 2 para compartir la Nochebuena.
Para llegar al primer paraje hay que recorrer desde la ciudad de Salta unas seis horas en vehículo hasta Santa Victoria, y desde allí 50 kilómetros más por huellas casi intransitables, apenas dibujadas en el monte.
Con su auto cargado de juguetes y mercadería pero por sobre todo con el espíritu lleno de ganas de compartir, Pereira junto a su mujer Débora Olivera y a su hijo Gael (3), llegaron en la mañana del 24. En San Miguel, junto a las 250 personas del lugar prepararon un chocolate y vestido de Papá Noel repartió golosinas y juguetes a todos los chicos.
“En esta comunidad no tenían nada para compartir ni para comer, por lo que no planeaban juntarse a celebrar. Así que improvisamos una choripaneada para el mediodía. Fue una verdadera fiesta. Los chicos estaban felices y los grandes también. No se cansaron de decirnos que para muchos era su primera Navidad y fue la primera vez que vieron a Papá Noel”, relató Daniel.
El poblado cuenta con tres caciques wichi: Alejo, Eduardo y Luciano, y carecía de todo tipo de servicios hasta que hace poco tiempo llegó el agua potable.
A la familia Pereira Rivera solo los moviliza el deseo de compartir y un profundo amor por la zona, que los lleva desde hace un lustro a volver cada año para acercarles un alivio. “Pudimos llegar con tantas cosas gracias a la solidaridad de los salteños y de gente de todo el país, que nos enviaron donativos para menguar al menos en algo las carencias de las comunidades wichis del norte”, explicó el comunicador.
Entrada la tarde del 24, antes que cayera la noche y les hubiese sido imposible salir de San Miguel, se trasladaron a Santa Victoria Este 2, donde pasaron la Nochebuena. Allí hicieron a la medianoche un brindis comunitario con las 80 personas del lugar. Hubo también muchos regalos para los más pequeños, y no tardaron en llegar chicos de las comunidades cercanas para sumarse a la fiesta.
“Vivieron y vivimos una Navidad distinta. Para muchos fue la primera vez. Nosotros también volvimos llenos del afecto que nos brindaron. Esto algo que nos conmueve, nos llena de felicidad y nos alienta a seguir adelante”, concluyó Pereira.