El dispositivo incorpora un líquido invisible de polioxometalato, que se colorea cuando incide la radiación ultravioleta. Esta tinta se puede imprimir sobre papel e incorporar a pulseras desechables donde, mediante emoticonos con cuatro tipos de cara (de la más alegre a la triste), se indica que se ha superado un 25%, 50%, 75% y 100%, respectivamente, los límites de exposición solar UV considerados seguros para un individuo en particular.
“Se trata del primer sensor que mide las distintas radiaciones que componen el ultravioleta (A, B y C)”, explica a Sinc José Manuel Domínguez-Vera, investigador de la UGR y coautor del trabajo, publicado en la revista Nature Communications. Estos tres tipos de radiación difieren por su longitud de onda y afectan de distinta forma a la piel. Así, los rayos UVA, como el de las cabinas bronceadoras, son menos energéticos que los UVB, causantes principales de las quemaduras y cáncer de piel; mientras que los rayos UVC apenas atraviesan la atmósfera.
Además, el sensor se puede adaptar para cada tipo de piel, cuya tonalidad influye tanto en los daños que puede causar la radiacion UV (quemaduras solares, signos prematuros de envejecimiento, arrugas, melanomas, ceguera...) como en la absorción de vitamina D. Para ello los investigadores utilizan tablas generales de tipos de piel numeradas del I (piel blanca norteeuropea) al VI (negra negra).
La piel clara tipo I tolera una quinta parte de la exposición a los rayos UV que la negra tipo VI antes de que se produzcan los efectos nocivos. Por contra, las pieles más oscuras requieren más tiempo de exposición al sol para absorber cantidades saludables de vitamina D.
Los sensores de radiación UV solar se pueden personalizar para personas con distintos colores de piel. (Foto: Kiralee Greenhalgh)
Los autores destacan lo importante que es conocer las necesidades de exposición solar diaria de cada uno y que el sensor se pueda personalizar, a diferencia de otros más genéricos. Enfermedades como el lupus y muchos medicamentos aumentan la fotosensibilidad de nuestra piel y reducen nuestra capacidad para absorber vitaminas a través de la dieta, lo que incide en la importancia de controlar nuestros umbrales de exposición al sol de forma individual.
Domínguez-Vera apunta otra ventaja del dispositivo: “Es de varios usos, pudiendo detectar una primera radiación y luego otra. El reactivo que marca el agotamiento del sensor es el ácido láctico, pero estamos viendo que si la parte de sensor de la pulsera esta en contacto con la piel, el uso se extiende enormemente porque el sudor contiene láctico”.
Según los investigadores, el diseño de estos "sensores UV de bajo costo y amigables para los niños" también facilitará su uso como material educativo, para concienciarse sobre los peligros del sol y lo que hay que hacer para evitarlos.
Por otra parte, el avance también tiene aplicaciones más allá del sector de la salud, ya que con el tiempo los rayos UV pueden tener efectos perjudiciales en la vida útil de muchos productos industriales y de consumo.
Monitorizar la exposición a la radiación UV podría ayudar a mejorar la seguridad y fiabilidad de multitud de materiales, incluyendo vehículos y equipamiento militar, con el consiguiente ahorro potencial de costes.